El Carnaval se vive con mojazón y entradas pese a las restricciones
El departamento de Cochabamba celebra el carnaval con mojazón y entradas de comparsas en provincias, pese a las restricciones y recomendaciones que hicieron autoridades departamentales y municipales para frenar la propagación de la Covid-19.
En un recorrido que realizó este medio, constató que, en Sacaba y en Quillacollo, familias enteras salieron a las calles a jugar con agua a pesar de que el derroche del líquido vital fue restringido con multas hasta de 2 mil bolivianos, al igual que el uso de espuma sin registro sanitario.
El intendente municipal de Quillacollo, Juan Alonso Berzaín, señaló que controlar el comportamiento de las familias es complicado debido a que las disposiciones para frenar la pandemia sólo regulan los horarios de circulación del transporte, la atención de las actividades económicas y la organización de eventos que aglomeren personas.
“Sólo nos queda recomendar a las personas que se comporten con moderación dentro de su entorno familiar, porque no se puede impedir las prácticas de costumbres- Lo que sí se está controlando es que no existan aglomeraciones, porque esto podría generar una explosión de contagios de coronavirus”, enfatizó.
El Intendente comentó que en próximos días reforzarán la vigilancia, pero puntualizó que por el reducido personal que tiene es difícil llegar a todas las zonas donde se vulneran las normas.
Los más entusiasmados con jugar con agua fueron los niños, quienes aprovecharon la cuarentena rígida del domingo para salir a las vías a interactuar con sus amigos y familiares.
En Sacaba, el panorama fue similar, aunque con particularidades por la ausencia de control.
En una visita a diferentes mercados, se evidenció que los comerciantes de globos y chisquetes aprovecharon la jornada para vender sus productos, ya que en este municipio no se acata la cuarentena, aunque continúa catalogado como zona de alto riesgo.
Uno de los sectores más concurridos fue la feria que se instaló en la calle Ayacucho y Bolívar.
“Estamos vendiendo variedad de productos. Lo que más están llevando son máscaras los comparseros. Los precios están módicos, estamos rematando los chisquetes. El lunes y martes esperamos vender confites para la ch’alla”, sostuvo Miriam Torrico, una comerciante.
Otro lugar donde no se respetaron las restricciones fue Independencia. En redes sociales se viralizaron imágenes en las que se observa que la entrada del Carnaval 2021 se desarrolló como cada año, con el ingreso de más de una docena de comparsas en la comunidad de Tikirpaya.
Lo que más llamó la atención es que la mayoría de los asistentes no portaban barbijo ni respetaron el distanciamiento social.
OPINIÓN
CARNAVAL VALLUNO: ENTRE LA COVID-19 Y LA INTERCULTURALIDAD
ARIEL GUARAYO
Comunicador e investigador sociocultural
Los carnavales han sido, a lo largo de la historia, fiestas desordenadas y excesivas donde el caos regresa y reina la licencia, justamente por su carácter popular y hasta cierto punto transgresor. Históricamente, hubo dos carnavales: el de las clases llamadas altas, celebradas en salones a la manera española, y el popular en las calles y comunidades. Ambos se distinguían por su consumo cultural, es decir, el tipo de música, bailes y comida.
En los valles cochabambinos, la fiesta se extiende hasta aproximadamente un mes, en la que existe una conjunción entre el calendario agrícola (agradecimiento y tiempo de entrar en reciprocidad con la Pachamama), gastronómico (abundancia de comida, puchero, llusp’ichi) y musical (Takipayanakus) que repercute en todos los niveles, ya sean estos sociales, económicos y hasta políticos, lo cual implica una primera transgresión que trastoca las normas establecidas.
No obstante, el contexto particular al que nos enfrentamos, resaltan dos elementos de este carnaval. La primera, como en ningún año de la reciente historia, el carnaval ha sufrido una especie de “secuestro” por la Covid-19 y de alguna forma tiene el “control y castigo” y no necesita de ordenanzas municipales, normas ni reglamentos. La segunda, es que la fiesta ha pasado al terreno y escenario virtual y nuestros saberes y formas de praxis socioculturales se han deslocalizado, en otras palabras, las culturas dejan de tener un territorio fijo.
Desde lo popular, como menciona Octavio Paz, somos un pueblo ritual y cualquier pretexto es bueno para interrumpir la marcha del tiempo y celebrar. Seguramente, con una q’uwa este martes de ch’alla, si bien no con el conglomerado de gente e inusitado entusiasmo como años anteriores, sin embargo, “no se pierde la cultura” por el virus como se alarma, más bien, como nuestra lengua e identidad, el espacio privilegiado para su socialización –transmisión no mecánicamente- es la familia, que después será reforzada por las instituciones sociales como la escuela para luego ser (re)producida en colectivo, es decir, desde la comunidad.
En ese ínterin, el carnaval debe volver a lo que fue siempre, una forma concreta de la vida misma, que hoy ya no será simplemente representada sobre un escenario (Corso de Corsos), tal vez al terreno y escenario de lo virtual pero que no tiene mucha trascendencia desde los espacios subalternos, sino vivida en la duración y cotidianidad del carnaval desde la familia. Sin embargo, cabría aclarar que, no se puede hablar de un carnaval homogéneo sino de múltiples expresiones culturales en torno a esta fiesta. Ya que, no festejan de igual manera los residentes orureños en Villa Pagador, la comparsa juvenil de Los Jets, los punateños, ni en las comunidades rurales, ni nadie.
Así, el nuevo escenario carnavalero, exige una ciudadanía intercultural real y no abstracta, llena de exhortaciones y de buena voluntad (diálogo, respeto, armonía), demanda tener no solo tolerancia, sino pasa por la aceptación y reconocimiento del “otro” lo cual implican políticas públicas culturales con respectivo presupuesto destinado a su promoción en igualdad de condiciones. En suma, finalizamos indicando que no hay mejor cultura que otra, ni un carnaval mejor que otro, y todas las culturas se enfrenta en su modo y forma de vida a la pandemia y sabrán ser creativos, negociar, enriquecerse y resistir tal vez con cierta cautela respecto a la transgresión, exceso y rebeldía como en otrora, pero sí entre el juego, risa y alegría.