Silala
Según el Alcalde de Calama, “hay un tema de fondo que aún no ha sido aclarado: ¿para quién es el agua ‘del río Siloli’, para los chilenos de ciudades del norte o para las empresas mineras? La postura del gobierno de Chile no ha sido muy clara”. La boliviana es tan ingenua que hasta el prorroguismo presidencial aspira a un 70 por ciento de votos aprobando su inconstitucional reelección
No sé cuál es peor, si las declaraciones del Canciller chileno menospreciando a Bolivia, o las arengas de Evo Morales llevando agua a su molino en la inauguración de la planta de urea y amoniaco en Bulo Bulo. No es ninguna novedad lo primero, donde el otrora pobretón ha saltado a ser la pérfida Albión —la Inglaterra colonialista— de nuestra parte del mundo, que primero barrió el océano con dos blindados ingleses y luego paseó su ejército con saltitos de sus transportes marinos por el descuidado Litoral boliviano y la heroica costa peruana. Desde entonces, 1879, Chile lucra de guano, salitre, plata, cobre, agua, y pronto de litio, de los territorios arrebatados. Tampoco son nuevas las grandilocuencias del Presidente cocalero, que quizá hace eco a las fanfarronadas de su Vice de hacer de un pobre, pero rico, país lastrado por amerindios ignorantes y gobernantes angurrientos, una joya como la Helvecia europea en veinte años. Ahora engrupe con que Bolivia será país industrial con la petroquímica, quizá igual que la convirtió en potencia espacial con un satélite sobrevaluado.
Sin embargo, Chile no tiene agua dulce para regar desiertos y proveer a ciudades mineras en su norte birlado. La frontera boliviana es tan permeable como en 1904, expresa Milton Luis Lérida Aguirre, aymara letrado que caminó cada hito fronterizo desde el volcán Zapaleri hasta el mojón de Visviri: “hay 74 hitos y centenares de vías clandestinas”. Por ellas llega la avalancha de vehículos usados, ropa de segunda mano y otros bienes, amén de productos agrícolas regados con aguas del internacional, pero desviado unilateralmente, río Lauca. Bolivianos son los que dominan estas rutas, aliados con chilenos que proveen mercadería y bolivianos militares y civiles, urbanos y rurales, que socapan su tránsito.
Los manantiales de Silala son otro ejemplo de la vocación por lo ajeno que tiene Chile. Es una concesión boliviana del siglo 19 para que locomotoras antiguas a vapor camino a Antofagasta, cargaran tanques con agua de los bofedales de Silala. Nunca se cobró un peso y la aducción original se ha reproducido, como el cáncer, en múltiple canales que acopian el líquido para las empresas mineras y ciudades de su desértico “Norte Grande” conquistado.
Inclusive el Canciller chileno reconoció que dos empresas chilenas usan las aguas de Silala: el Ferrocarril Antofagasta Bolivia (FCAB) y la estatal Corporación del Cobre (Codelco). La primera es del Grupo Luksic y añade insulto a la injuria, que el dueño es un croata multimillonario descendiente del máximo héroe boliviano (un civil, por supuesto). Declaró que no le debe un céntimo a Potosí por los millones que ha lucrado de vender agua que no es suya, ni de su tren, ni de su país. Falta nomás que al Abaroa que con un carajazo defendió el puente del Topáter, se sume otro Abaroa que con otra imprecación se niegue pagar al paupérrimo Potosí.
Conjeturo que en el peor de los casos para Chile, pagarían algo por Codelco Chuquicamata, dejando a Bolivia con el rollo de cobrarle a Luksic y a otras minas como Minera Escondida, Minera Spence, SCM Minera El Abra, Zaldívar, Codelco Gabriela Mistral, Minera San Cristóbal, Sierra Gorda SCM, Altonorte, entre otras. Quizá no solo aprovechan agua de Silala, porque Bolivia les vende concentrados de zinc y plomo transportados por el tren de Luksic Abaroa. ¡Ch’enko, ¿no?! Así de ingenuos somos.
Ahora, Chile arguye que Silala es un río internacional de curso sucesivo cuyas aguas deben compartirse, algo que no se respetó en el desvío unilateral de las aguas del Lauca (o del río Mauri por Perú, mostrando que no reconoce fronteras el abuso de los poderosos a los débiles). Lo primero que se debe cuestionar es el ribete de “río” común de esos tiempos. La mayoría de los “ríos” del altiplano apenas remojan los tobillos y se forman en época lluviosa por el escurrir de lluvias y nieve derretida: son cursos pedregosos de cauce seco la mayor parte del año.
Además otra probabilidad es que los bofedales de Silala sean aguas fósiles, arguye un expresidente del Banco Central; por normas internacionales no deberían captarse y por tanto no serían ni para Chile, ni para Bolivia. Un estudio realizado por la hoy Gobernación de Potosí podría dar la pauta: los manantiales de Silala no son acuíferos compartidos con Chile, porque en la zona “apenas llueve 80 milímetros y se evapora 600 milímetros; en esas condiciones no podemos pensar desde ningún punto de vista de que la recarga tendría que ser por agua de lluvia o por agua meteórica”. A menos que Jesús esta vez convierta vino en agua, la otra opción son las aguas fósiles.
Así Chile haya accedido a pagar por el 50 por ciento de las aguas de Silala, cuidado que paguemos por la lengua larga del Presidente cocalero, que anda por el mundo apadrinando que el acceso al agua es un derecho humano. Según el Alcalde de Calama, “hay un tema de fondo que aún no ha sido aclarado: ¿para quién es el agua ‘del río Siloli’, para los chilenos de ciudades del norte o para las empresas mineras? La postura del Gobierno de Chile no ha sido muy clara”. La boliviana es tan ingenua que hasta el prorroguismo presidencial aspira a un 70 por ciento de votos aprobando su inconstitucional reelección.
El autor es antropólogo
Columnas de WINSTON ESTREMADOIRO