Éxodo venezolano
En los últimos años tres millones de venezolanos cansados de la inestabilidad y violencia, hiperinflación, crisis económica, escasez de alimentos, salarios bajos… han dejado su país. Es una cifra enorme (casi el 10%) para un país de 32 millones de habitantes. Se trata del mayor movimiento migratorio en la historia reciente del continente latinoamericano. Los venezolanos han “votado con los pies”, o sea han manifestado sus preferencias por una vida mejor, desplazándose, generalmente a pie, a países limítrofes. Es una paradoja ya que en los años 80 Venezuela era el segundo, después de Argentina, país receptor de migrantes (un millón) gracias al boom petrolero, atractivas oportunidades de trabajo y buenas condiciones de vida. La crisis económica hizo olvidar este periodo de bonanza. En cuatro años el PIB de Venezuela ha bajado en un40% y la inflación, solo en el mes de agosto 2018, ha llegado al 223%.
Según ACNUR a noviembre 2018 las mayores cantidades de migrantes venezolanos que se fueron a los países latinoamericanos están en Colombia (más de un millón), Perú (más de 500.000), Ecuador (más de 220.000), Argentina (más de 130.000), Chile (más de 108.000), Panamá (más de 94.000), Brasil (más de 75.000) y México (más de 39.500). La gran mayoría de ellos busca mejorar sus condiciones de vida y solamente menos de 400.000 han solicitado asilo político. Los países receptores carecen de experiencia para administrar esta inmigración masiva, abastecer los servicios públicos y manejar el impacto económico. De alguna manera el idioma común facilita las cosas, hermandad y solidaridad latinoamericanas juegan un papel importante y las regulaciones legales migratorias vigentes son favorables. Sin embargo, la creciente cantidad de migrantes provoca el rechazo en la población.
En América Latina, los gobiernos de los países receptores de migrantes han dado numerosas muestras de solidaridad aunque la amplitud de los movimientos rebasa su capacidad de recepción. Las poblaciones tienen a veces reacciones adversas como en un reciente caso de ‘feminicidio’ cometido en Ecuador por un inmigrante venezolano en plena calle. El caso ha tenido un fuerte impacto en la opinión pública ecuatoriana despertando actitudes y comentarios xenófobos hacia el conjunto de los migrantes. Por su lado, los gobiernos de Perú y Ecuador decidieron exigir pasaportes para los nuevos migrantes buscando así disminuir su flujo, ya que conseguir pasaporte en Venezuela es un desafío. Además se ha decidido exigir un certificado apostillado de antecedentes judiciales para ingresar al país. Por su lado, el presidente de Colombia rechaza soluciones drásticas en particular las sugerencias para cerrar la frontera. Se está buscando también una coordinación internacional sobre la migración venezolana. En abril del presente año Ecuador va a hospedar una cumbre sobre este tema.
El fenómeno se asemeja un poco a la situación migratoria actual en Europa que recibe grandes cantidades de migrantes desde África y Asia y confronta enormes problemas de acogida. Las frustraciones de las políticas migratorias europeas pueden inspirar y servir de lección para los gobiernos en América Latina. Los migrantes que llegan a Europa vienen en su mayoría de otros continentes, mientras que en América Latina la migración ocurre en la misma región. Si la migración venezolana es causada en menor grado por inestabilidad política y más por la crisis económica, ambas tienen estrecha relación. Venezuela vive una especie de círculo vicioso: el conflicto político y la inestabilidad causan la descomposición económica y ésta, a su vez, provoca la migración. Los migrantes tienen básicamente dos opciones: integración en el nuevo país o sueños de retorno para cuando cambien las condiciones. Pero no se vislumbra una pronta solución al actual impase político en Venezuela. La transición puede durar.
El autor es comunicador social
Columnas de STANISLAW CZAPLICKI