Cambio climático y cambio de hábitos alimenticios
Fricasé boliviano, bife-chorizo argentino, rodizio brasileño, chorizos españoles y muchos otros platos de carne son parte de bien arraigadas costumbres alimenticias. Pero el consumo excesivo de carne empieza a ser cuestionado tanto por razones de salud, como en nombre de la preservación del planeta. La producción agroalimentaria constituye el principal factor de degradación del medio ambiente. La agricultura es responsable de casi un 30% de las emisiones mundiales de gas de efecto invernadero, utiliza cerca del 40% de las tierras y el 70% del consumo de agua dulce.
¿Cómo alimentar los 10 mil millones de individuos en 2050? Este desafío puede ser sostenido según un reciente informe EAT-Lancet elaborado por un equipo multidisciplinario de 37 expertos de 16 países. El informe propone el cambio radical de nuestros modos de producción y de consumo, de comer más sano y de producir alimentos de manera más sostenible. No se trata de poner a la humanidad a dieta ni tampoco imponer un régimen único. En 2050 habrá siempre campo en la mesa para los amantes de la carne, como para los vegetarianos y veganos. La transformación del consumo alimentario hacia 2050 requiere cambios substanciales de las dietas. El consumo global de frutas, vegetales, nueces y legumbres tendrá que duplicarse y el consumo de alimentos tales como la carne roja y azúcar tendrá que reducirse en por lo menos un 50%. Una dieta rica en alimentos basados en plantas y menos en alimentos de origen animal dará mejor salud a los humanos y beneficiará al medio ambiente.
La carne de res es la mayor fuente de proteínas. Pero para la producción de un kilo de carne de res se necesita seis veces más de tierra y casi dos veces más de agua que para la producción de un kilo de carne de pollo. La ganadería de res es también la mayor causa de deforestación, especialmente en América Latina. Una tercera parte de la carne de res es producida y consumida en tres países: Estados Unidos, Brasil y China. La ganadería a gran escala es una de las grandes fuentes de la producción de gases de efecto invernadero y por ende tiene un impacto negativo sobre el clima y los ecosistemas, contribuye a la polución del agua y a la deforestación. Sin mayores cambios de dieta, la producción agrícola en 2050 tendrá que incrementarse en un 70% globalmente y duplicarse en los países desarrollados para responder a las necesidades de la población en crecimiento.
Según el World Cancer Research Fund, el consumo máximo de carne roja (vacuno, ovino, cordero) por semana debería ser de 300g para mantener una dieta saludable. En Estados Unidos y en Brasil el consumo promedio por persona es el doble de esta recomendación y es el más alto del mundo. En China se consume menos por persona, pero la cantidad de la población resulta en un consumo mayor. Obviamente, la transición al consumo menor de res será difícil y va a requerir un equilibrio delicado entre reducción de la demanda, mejoramiento de los métodos de producción y apoyo a los productores rurales. Con más bocas para alimentar y una superficie limitada de tierras, nuestras opciones alimentarias tienen mayor impacto sobre el medio ambiente de lo que nos estamos imaginando.
Las costumbres alimenticias son de las más difíciles de cambiar. La esperanza está en los jóvenes. Parece que uno de cada 10 niños británicos ha decidido dejar de comer carne porque sus amigos o sus padres son vegetarianos. De estos, el 44% ha declarado ser motivado por el amor a la naturaleza y los animales, mientras otro 31% considera que ser vegetariano es mejor para el planeta. Quién no estaría de acuerdo con estas opciones, siempre y cuando las nuevas comidas sean sabrosas y gustosas al paladar. Un desafío para los chefs.
El autor es comunicador social
Columnas de STANISLAW CZAPLICKI