Miss híbrida
Hace años un amigo me tildó de Miss Híbrida porque me dijo que debía elegir. O iba a bailar a una discoteca o iba a cantar a una guitarreada, pero no podía ir a las dos cosas. Dijo que mis pies bailaban en dos mundos muy disímiles. Era el mundo de los plásticos, y por ende superficiales, y el mundo de los oscuros, por tanto reflexivos y serios.
La solicitud me hizo oscilar entre las clásicas y maniqueas fronteras del blanco y negro. Sin pasar por la escala de grises, tan rica y abundante. El pedido incluso ignoraba la inmensa gama de los colores, tan hermosos y plenos de significados.
Y esa trampa era muy mañosa, porque excluía y pedía determinaciones. Elegir a los plásticos o a los oscuros. O Borges o Arjona. O el blue jean roto y desgastado o el vestido. Ningún intermedio era posible.
Algo así sucede cuando nos piden elegir entre izquierda o derecha. Sin opción para quedarnos al medio, en un perpetuo equilibrio.
Maniqueamente debemos estar con o en contra de; lo que nos ha llevado, a elegir a un candidato porque, nos dijeron, o son de izquierda o de derecha, y, de tumbo en tumbo, transformamos al país en un péndulo.
Al decidir de esa manera hemos provocado daños, sin darnos la posibilidad de la tercera vía. Si, ya se, la tercera vía es una utopía, como lo cacarean los politólogos, pero es precisamente porque se trata de una posibilidad, de un sueño por alcanzar, que nos debería jalar hacia adelante y no meternos, cada cierto tiempo, en un pantano imposible.
La izquierda y la derecha ya no tienen nada que ofrecernos. Al menos nada útil. No queremos un Estado hetero patriarcalista, ni un capitalismo libre que nos lleve a la autodestrucción. Ambos modelos están presentando, si no lo han hecho ya, síntomas de intenso agotamiento.
Las generaciones X, Millenial y Centenial buscan otra forma de vida, alejada de la depredación del medio ambiente, del consumo despiadado y también del sempiterno gobierno protector que dice cómo se deben hacer las cosas.
Quieren libertad. Reuniones sociales con significado y no grandes conciertos que les irá a costar un ojo de la cara. Participar tanto en el diseño de una marca como en la cantidad de árboles a sembrar en sus calles y plazuelas.
Y quieren, tal como se han llevado las cosas en estos días de paros, cabildos y bloqueos, decidir por sí mismos, sin sentirse burlados. Por tanto esa tercera vía, manifestada en las calles, deberá apuntar a una tercera solución. Ni al auto sabotaje, ni a al derrotismo. Una tercera solución es siempre posible. Así como usar falda pantalón o bailar en la oscuridad.
La autora es máster en comunicación empresarial y periodista
Columnas de MÓNICA BRIANÇON MESSINGER