“Empate catastrófico y punto de bifurcación”
Hace algo más de 11 años, en junio de 2008, cuando nuestro país estaba sumido en una crisis que se encaminaba hacia una guerra civil, el actual Vicepresidente del Estado, Álvaro García Linera, publicó un análisis titulado “Empate catastrófico y punto de bifurcación”.
11 años después de la publicación de ese texto, se pueden encontrar en él elementos de juicio plenamente aplicables a la situación actual. Es solo cuestión de intercambiar el orden de los factores.
Según García Linera, “(...) la crisis institucional que devino en la renuncia de Sánchez de Lozada a la presidencia y la elección de Evo Morales como primer mandatario, se consolidó un proceso (...) capaz de disputarle el poder al neoliberalismo de los bloques dominantes. Ninguno de estos sectores, sin embargo, se encuentra en condiciones de hegemonizar los ámbitos y el consenso para la toma de decisiones. Esto provoca una crisis (...) que puede concluirse de manera insurreccional, por exhibición de fuerzas, o por vía democrática, a través del diálogo y la construcción plural”, decía quien por entonces era el principal ideólogo del “proceso de cambio”.
A esa confrontación de fuerzas, ninguna de las cuales podía imponerse sobre la otra dentro de los marcos de una institucionalidad colapsada, García Linera la denominó “empate catastrófico”. Y a su posible desenlace se refirió como “punto de bifurcación”. Es decir, Bolivia estaba ante la necesidad de elegir entre dos caminos posibles, mediante la “exhibición de fuerzas” o por la “vía democrática”. Exactamente igual que hoy.
La única diferencia es que el “modelo de Estado agotado” al que García Linera se refería era el “neoliberal” y hoy es el que durante 15 años quiso imponer el MAS. Y así como el fracaso del proyecto político vigente hasta 2003 se plasmó en la defenestración de Sánchez de Lozada, el fracaso del “proceso de cambio” se perfila hacia un desenlace muy similar.
Con esos antecedentes, y dado el actual contexto, corresponde darle la razón a García Linera cuando afirmaba que la crisis sólo puede resolverse por una de dos vías: “la insurrección violenta o la vía democrática”.
Está en manos de Evo Morales y su mentor ideológico elegir el camino por el que saldrán de la casa de gobierno. Tienen que ponerle un precio a su fracaso y su derrota. Cuanto más alto sea ese precio, más despreciable será el lugar que ocupen en las páginas de la historia que está escribiéndose.