Cuando no hay temor de Dios…
¿Por qué la conflictividad en Bolivia? ¿Por qué en derredor del país, la inestabilidad social y política? ¿Por qué –independientemente de la ideología y el gobierno imperante– se registran enfrentamientos? ¿Por qué –sin importar el modelo económico– el descontento? ¿Por qué acontece esto no solo en la región latinoamericana sino también en países desarrollados? ¿Cuál la explicación?
Cuenta la historia que siglos atrás nació Salomón, a quien Dios le preguntó –cuando debía asumir el reinado de Israel– qué deseaba que le diera, habiendo respondido Salomón que quería sabiduría y conocimiento para gobernar al pueblo. Como esto agradó a Dios, no solo le dio sabiduría e inteligencia, sino la habilidad de hacer riquezas.
De Salomón se dice que no hubo ni habrá hombre más sabio que él y, tanto creció su fama, que la gente viajaba de muy lejos para hacerle preguntas difíciles y recibir sus respuestas. De otro lado, la fortuna que hizo Salomón fue incalculable.
Pero, siendo viejo, Salomón lamentaba que todo era vanidad –vano, pasajero– y aflicción de espíritu; decía que de poco valía el mucho conocimiento, el haberlo tenido y probado todo, denotando con ello un gran hastío y vacío interno. ¿Qué pasó con Salomón? Lo mismo que pasa con muchas personas que cuando el temor de Dios se aparta de su corazón –o cuando definitivamente no tienen temor del Supremo Creador– hacen lo malo y sobreviene el caos sobre sus vidas. Salomón desobedeció a Dios y cayó en idolatría por causa de las mujeres paganas con las que indebidamente se involucró.
Es asombroso cómo el mayor sabio de la Historia de la Humanidad cayó de esa forma por causa del vacío de su corazón que –cuando Dios no lo llena– provoca un desenfreno que termina con la adicción al dinero, el poder, el placer, etc., y aunque otros caen en excesos aparentemente “sanos”, igual acaban mal.
Cuando el hombre no teme a Dios, tampoco temerá a nadie, se insensibilizará frente al dolor del prójimo –el egoísmo le llevará a mentir, engañar, corromper– y hasta estará dispuesto a matar para poder obtener lo que precisa. Cuando este mal afecta a los gobernantes, viven en su propio mundo, se ensoberbecen, se vuelven altivos, se endiosan y la consecuencia será su caída.
Salomón dijo al final de sus días: “El fin de todo el discurso oído es este: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre. Porque Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o sea mala”. ¡Ah, si todos supieran esto!
El autor es economista, magíster en Comercio Internacional
Columnas de GARY ANTONIO RODRÍGUEZ