La Biblia y el diablo
“Que alguien me diga si eso no fue una intervención divina”.
La pregunta de Luis Fernando Camacho, en un conversatorio que se hizo en EEUU la pasada semana, me llevó a reflexionar sobre todo el periplo que tuvo que recorrer la Biblia hasta llegar al Palacio de Gobierno, el pasado 10 de noviembre.
“Quince minutos después que dejé la Biblia, renunció Evo”, Camacho está convencido de que fue la intervención del Todopoderoso la que guió a Fernando, partiendo al MAS por la mitad, hasta que finalmente la Biblia fue depositada en el piso del salón principal de su palacio.
No pretendo burlarme de la fe católica que profesa Camacho, pues también es la mía. Fe en un buen Dios que ama por igual a todos y no podría ser posible que, en este caso específico, tenga su balanza inclinada.
“Devolver la Biblia a Palacio” fue el eslogan que arrastró a la comunidad religiosa de Bolivia a creer que Dios estaba fuera del Palacio Quemado. Que el que gobernaba ese infierno era el mismo demonio, lo que me trae a la mente las prácticas andinas que se hacían en ese salón, evocando la presencia del Tata Inti y la Pachamama, creaciones también del buen Dios. Estaba convencido de que habíamos aprendido a reconocer a esa otra nación y que su cultura nos llenaba de orgullo.
Queda la duda si después de todo lo acontecido el uso de la Biblia fue una estrategia. La respuesta sólo la saben quienes lideraron el movimiento de los 21 días. Pero funcionó. Bastó decir que Dios estaba fuera para que levanten sus pasos y lo encaminen hacia el objetivo. “Devolver la Biblia a Palacio”.
El autor es Periodista.
Columnas de OSVALDO RIOJA VÁSQUEZ