La metamorfosis de la Asamblea Legislativa
Los intereses en materia política siguen marcando el ritmo del país, incluso con Covid-19 y ante el desgarrador panorama en materia de salud. Poco dejó el masismo. Pudo haber sido diferente y no lo fue, y la dura realidad nos enseña que tuvo que azotarnos una pandemia para constatar, con crudeza, lo pobre de nuestro sistema de salud.
Se priorizaron viajes, gastos desmedidos, artículos de lujo, construcciones y obras innecesarias izando banderas ideológicas decrépitas y obsoletas. Ello ocasionó la manutención de una casta política miope a la hora de establecer el destino de los recursos públicos, con la agravante de que el Órgano del Estado más importante y referente del sistema democrático, el Legislativo, tuvo y tiene en su instrumento constitucional –la Asamblea Legislativa– a la peor caricatura en épocas de democracia y a un virus con capacidad de mutación extrema.
Durante 14 años, se exigió a los dos tercios del masismo independencia y respeto a la delegación de la soberanía que reside en el pueblo, consagrada en la Constitución de manera meridiana. No cumplieron con esa misión constitucional. Fueron, más bien, un apéndice del Órgano Ejecutivo y un fiel y respetuoso alumno de sus instrucciones.
Ante los innumerables casos de corrupción patentizados en episodios de relevancia pública que comprometieron a miembros del exrégimen, prefirieron hacerse “de la vista gorda” y dejaron de cumplir las facultades que la CPE les asigna, una de ellas, llevar a cabo investigaciones mediante comisiones elegidas para el efecto. Nada parecido a lo que ahora acontece, y debo subrayarlo, mas allá de que considere que frente a un imperdonable hecho de corruptela con la compra de ventiladores todo lo que se haga para alcanzar la verdad material deba ser apoyado, la doble moral de los dos tercios del masismo es repugnante.
Hoy constituyen comisiones fiscalizadoras cuando en el pasado con el MAS en el gobierno, nada hicieron ante sonados casos de corrupción que involucraron a todo un universo de funcionarios públicos. Esa metamorfosis es, sin duda, parte de una estrategia que no se detiene ante la salud y menos le preocupa la recuperación de fondos públicos, en particular, del pasado.
Por tanto, frente al embate legislativo, existen varios caminos por donde debe transitar el Gobierno, hoy, solo. Algunos, pasan por pactar y entender que se mueve en un escenario donde existe todo tipo de fuerzas, con intereses diversos, y que es indispensable encontrar consensos para afrontar la época dura de la pandemia y el reflotamiento de la economía. Nada de ello se alcanzará con bravuconadas o con aires imperiales descontextualizados de la realidad. Los espacios de diálogo deben incluir a todos los actores, con interlocutores válidos de ambos lados. Debe también fijarse una fecha para la elección, la que legitimará el nuevo desafío que los bolivianos tenemos en frente: construir institucionalidad sin corrupción.
El autor es abogado
Columnas de CAYO SALINAS