Libertad con responsabilidad
Al final de la historia, queda claro que cada cual es arquitecto de su destino. Esa máxima parece acomodarse al momento actual, donde los bolivianos hemos comprobado una lacerante realidad –oculta durante el exrégimen– que da cuenta de la pobreza de nuestro sistema de salud, debido al negligente y criminal manejo de los fondos públicos por quienes tuvieron a su cargo la responsabilidad de su administración.
Bajo este contexto, las alternativas se han reducido a una suerte de autogestión de salud familiar allá donde sí se cree que el virus existe –y a una displicente conducta de inobservancia e incredulidad donde no– que permite vayan aflorando las más variadas facetas de la naturaleza humana, contrastadas todas con la particular esencia del boliviano, su educación y manera de pensar y actuar.
Y es que el virus chino no sólo nos está matando, sino que ha polarizado más a la sociedad civil que ya traía consigo (desde octubre) una carga emocional que en ese entonces no imaginó lo que hoy atravesamos. Nuestra realidad no es la de otros países. Uruguay, por ejemplo, ha pasado a convertirse en un referente mundial del manejo de la Covid-19. El gobierno de Lacalle, a semanas de asumir el control del Estado, se encontró con la noticia de su llegada y ante ello, de manera eficiente, estructuró toda una estrategia bajo dos ejes: libertad y responsabilidad. Esto significó que nunca se dispuso un confinamiento, y más bien se instó a los uruguayos a mantener la distancia social y a permanecer en sus hogares.
La disciplina y educación uruguaya quedó complementada por la toma de acciones sumarísimas que contaron con un comité científico de alto nivel –no con uno como el nuestro, de incalificable inoperancia si consideramos que solo se dedican a temas administrativos como lo han afirmado– y con una respuesta efectiva en lo que significó la toma de test que hoy arrojan un nivel de contagio de menos de mil y tan solo 27 fallecidos.
A diferencia del Uruguay, y con todo el esfuerzo que pudo haber emprendido el actual Gobierno –que nunca imaginó que a continuación del anuncio de la candidatura de la Sra. Añez se venía esta hecatombe–, en Bolivia no hemos podido asumir una conducta similar. En todo caso, nada puede opacar el titánico esfuerzo que llevan a cabo nuestros médicos, enfermeras y personal de salud, y nada, contradecir que la clase política que tenemos en frente, nunca supo jugar el rol que la historia le demandaba, lo que hará que sea ella la que los juzgue con implacable rigurosidad.
Los bolivianos esperábamos otra conducta de quienes toman la palestra arrogándose nuestra representatividad. No dieron la talla. Bravuconadas, egos, intereses partidarios, hambre de poder, incapacidad para articular posturas de consenso, alta capacidad para controvertir e, incluso, conspirar son parte de un rosario que nos hace diferentes a Uruguay. Como lo anoté y lo dijo Amado Nervo, en ese su hermoso poema titulado “En paz”, somos arquitectos de nuestro destino; al final, debe quedarnos la esperanza de que cada quien concluya su paso exclamando “ ¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!”
El autor es abogado
Columnas de CAYO SALINAS