En el largo plazo: ¿todos muertos o digitalizados?
Existe un consenso nacional acerca de que primero hay que enfrentar la crisis económica de corto plazo. Evitar el hambre, preservar empleos y evitar el cierre de empresas. Lo importante es atacar la recesión de hoy que está destruyendo tejido productivo y la vida de miles de familias. Es en este contexto de urgencia que se entiende la célebre frase de John Maynard Keynes: “En el largo plazo estamos todos muertos”.
No habría habido futuro si en 1929 no se salvaba a varias generaciones de la vorágine depresiva. Pero Keynes también tenía el horizonte del porvenir y escribió un documento titulado: Posibilidades económicas para nuestros nietos. En este libro, Keynes creía que el largo plazo sí existía para las nuevas generaciones y éste estaba conectado, de manera inexorable, al progreso técnico. Las crisis también son oportunidades para pensar fuera de la caja e innovar. Y ahora, también, podemos pensar e implementar las bases de un nuevo patrón de desarrollo centrado en el progreso tecnológico.
La construcción de un nuevo patrón de desarrollo tiene el desafío de transitar de la vieja economía basada en los recursos naturales, a una economía sustentada en el capital humano y en las ideas, un recurso inagotable frente a la finitud del gas o los minerales. Apuesta a un desarrollo inclusivo (menos pobreza y más oportunidades), a un desarrollo verde (menos destrucción del medio ambiente y más respeto por la naturaleza), un desarrollo productivo (menos extractivismo y más diversificación) y también a un desarrollo inteligente (menos recursos naturales, más ideas). Es decir, en este último caso: construcción de una economía digital.
Ciertamente, el punto de partida para un desarrollo inteligente es algo desalentador en Bolivia. La cobertura de redes móviles es baja, la velocidad de conexión a Internet es precaria, las empresas tienen muy poca adopción de tecnologías y la banda ancha es muy limitada. Además, no existen grandes avances en computación en la nube, en el Internet de las cosas o en inteligencia artificial. Sin embargo, las carencias señaladas se vuelven una oportunidad si tenemos la visión de que el mundo, y Bolivia, cambian muy rápidamente con la pandemia.
Por que, a partir de ahora, no hay una menor duda, que la mayoría de las actividades económica deberán buscar una nueva normalidad para entregar valor a la sociedad. Concentrémonos en tres temas que ya nos han invadido: el teletrabajo, la telesalud y la teleeducación. Estos tres factores estructurales ofrecen una enorme oportunidad pero que deben adaptarse y sobrepasar el tema de la informalidad de la economía y la accesibilidad a Internet.
En economías como la boliviana, el 80% de las personas trabajan en el sector informal y el teletrabajo se concentra probablemente en el sector público y algo del sector privado. De igual manera, la teleeducación tiene serias restricciones. Probablemente entre 20 y 30% de los jóvenes y niños tienen acceso a Internet y un porcentaje similar tienen un equipo de computación o teléfono inteligente. Asimismo, la mayoría de las escuelas públicas y privadas no usan plataformas digitales y los contenidos son más precarios aún. El diagnóstico de la telesalud también es similar. No hay marcos legales que cuiden de la privacidad de la gente, los sistemas de salud no están integrados y muy poca gente tiene acceso a un servicio o seguro público
Pues bien, frente a estas restricciones profundas podría reinar el desánimo y cierto pragmatismo que te dice: “bueno, aquí no se puede hacer nada y así nomás somos nosotros, nos falta mucho y en el largo plazo estaremos bien muertos”.
Sin embargo, como todo en la vida, uno puede ver el vaso medio lleno o medio vacío y estas restricciones pueden convertirse en una gran oportunidad.
Los desafíos de la transformación digital se aceleraron con la pandemia y, por lo tanto, no hay tiempo para lamentaciones, se debe buscar un cambio de chip y proponer una nueva visión de país: en el largo plazo no estaremos muertos sino digitalizados.
En momentos de crisis como la actual, se requiere de inversión pública y privada pesada para crear una mayor infraestructura digital para las personas, las empresas y el propio Gobierno. También sería interesante impulsar programas de transformación en todos los niveles de la sociedad. Infraestructura y conocimiento son los primeros pasos. El futuro ya comenzó
Es posible una reactivación económica inclusiva, productiva, verde y digital. Es posible juntar el corto y largo plazo.
El autor es economista
Columnas de GONZALO CHÁVEZ A.