Violencias alimentarias
hace algunas semanas comenzó un ciclo de reflexiones sobre la violencia en la columna “Opiniones desde el CESU” y cómo este hecho se vive en nuestra sociedad. En un primer momento, Silvano Biondi nos plantea la pregunta: ¿Por qué tanta violencia? Proponemos hacer un acercamiento a este cuestionamiento desde la soberanía y seguridad alimentaria.
La actividad alimentaria no solo implica comer, sino que conlleva varios procesos previos, como la preparación de la tierra, la siembra, el cuidado de la producción, la cosecha, las cadenas cortas o largas de comercialización, la transformación en alimentos, quienes transforman estos alimentos y, al final, qué se hace con las sobras de estos procesos. Podríamos decir que en todo este ciclo se sufren diferentes tipos de violencia, ya sea por género, por generación, por estrato social, por los efectos del cambio climático, por la región donde uno o una se encuentra y por otras circunstancias políticas, económicas y culturales. Al final, alimentarse es una actividad que todos y todas realizamos cada día y estamos expuestos a sufrir violencia tal vez sin darnos cuenta.
Alimentarse es un tema cotidiano de diálogo en los diferentes espacios cochabambinos. No por nada somos la “Capital Gastronómica de Bolivia”, pues comer es una de nuestras prioridades. Las nuevas tendencias alimentarias producto de la globalización y de diferentes filosofías y culturas alrededor del mundo abren la posibilidad de que nuevos paradigmas alimentarios se implanten en sociedades como la nuestra. Pero, ¿qué tan saludables o buenas son para nosotros estas nuevas propuestas alimentarias, llenas de grasas saturadas, carbohidratos y saborizantes artificiales, frente a una alimentación con base en alimentos frescos de la producción local y familiar? Estas nuevas propuestas pueden ser violentas para la salud, la economía, los hábitos culturales y alimentarios, ya que estas comidas se vuelven cada vez más populares y accesibles para todos y todas, lo cual pone en riesgo la comida que caracteriza a un valle, llena de vegetales frescos, cereales y proteínas de calidad.
Alimentarse en general puede ser una acción violenta, dependiendo de la perspectiva con que se mire y se analice. La comida puede tener una fuerte carga social, cultural y económica. Entonces, ¿cómo puede ser la alimentación una acción violenta?
La violencia alimentaria la vivimos todos los días. La producción convencional de productos de primera necesidad está creando una posible crisis alimentaria, pues acceder a alimentos de calidad cada día presenta desafíos reales para los ingresos familiares. Pero me pregunto, ¿acaso no conocemos ferias agroecológicas cerca de nuestros barrios o casas? ¿No tenemos relación con algunos productores agroecológicos que venden sus productos directamente a los consumidores?
Dentro de la ciudad de Cochabamba hay varias fundaciones, colectivos, comunidades y grupos que se dedican a producir alimentos y reflexionar sobre una alimentación saludable. Creo que podríamos buscar estas propuestas donde se ofrecen alimentos de calidad como una respuesta a un mercado violento hacia nosotros. No deberíamos ejercer violencia contra nosotros mismos y nuestras familias accediendo a alimentos no saludables de mercados y supermercados convencionales. Alejarnos de la violencia puede comenzar por nosotros y la relación con nuestros alimentos; podría ser un punto de partida. Alimentarse sin violencias de ningún tipo es algo que deberíamos practicar a diario.
Columnas de ROGER ORLANDO MALDONADO ROCHA