Buenas noticias de Roma
La semana pasada, mientras los bolivianos nos íbamos acostumbrando a la noticia que nos dibuja el futuro político del país, por al menos los próximos cinco años, en el mundo cristiano y de alguna manera en el mundo creyente en general, ha tenido lugar una noticia que pese a no contener ninguna novedad ni en la liturgia ni en la normativa de la Iglesia católica, (dicho sea de paso, la organización religiosa más grande del mundo), ha causado un enorme revuelo.
No pocos periódicos han hecho eco de las declaraciones de Su Santidad, el Papa “venido de lejos”. Me refiero por supuesto a sus declaraciones respecto a las personas homosexuales, diciendo que tienen derecho a tener una familia, y a vivir en familia.
Por supuesto que no han cambiado las características del sacramento del matrimonio y, por lo tanto, desde el punto de vista religioso y desde la legalidad eclesial, en realidad no se ha modificado nada. Pero, y ahí está lo interesante, en los hechos, las declaraciones del papa Francisco, han significado un cambio fundamental, y se trata de algo que verdaderamente está consolidando una de las revoluciones más importantes de la historia de la humanidad.
Un apoyo a las uniones civiles entre personas del mismo sexo, viniendo de la cabeza de la Iglesia, de una organización que proclama la infalibilidad de esa cabeza, no es poca cosa para todos, pero en particular para los creyentes, que son, dicho sea de paso, la mayoría de los seres humanos.
El rechazo, al extremo de la prohibición y persecución de los homosexuales, es una herencia milenaria y tiene seguramente que ver con la estructuración de sociedades complejas hace miles de años, sean estas judeocristianas o no. Y tiene que ver con el freno que se impuso a la libertad sexual, con la desexualización de las sociedades, algo que posiblemente era una condición casi imprescindible para organizar un grupo humano de mayores dimensiones. El sexo permitido solo para la procreación, en el catolicismo, terminó anulando un tipo de relaciones sexuales que definitivamente no llevan a esta.
Lo interesante es que, si en algo se parece la fe, o la religión, a la homosexualidad, es que parece ser que ambas perviven a pesar de ser prohibidas, y florecen rápidamente cuando se abre un espacio de libertad. El periplo ruso demuestra lo primero, y el actual boom homosexual demuestra lo segundo.
Las expresiones del Papa son muy importantes para los homosexuales creyentes, para las familias de homosexuales (sean estos creyentes o no), pero pueden llegar también a influir positivamente en Estados laicos, como el nuestro.
En estos momentos está teniendo lugar un trámite que ha ido de Herodes a Pilatos –entre el Tribunal Plurinacional Electoral, un juzgado, y el Tribunal Constitucional– para permitir la inscripción de una unión de dos caballeros en el Registro Civil. Uno podría pensar que luego de las aseveraciones del Papa, las autoridades involucradas en este entuerto terminen entrando en razón y aprobando lo que inclusive la cabeza de una institución tan tradicional promueve.
Algunos activistas, y algunos homosexuales no creyentes, han llegado a rechazar las palabras del Papa, diciendo que ellos no necesitan el permiso de este para ejercer su libertad y ser tratados con justicia y dignidad. Tienen razón, pero eso vale para quienes no son creyentes, o no son católicos, o cristianos, pero ese tipo de visión de mundo, sigue siendo extremadamente minoritario, específicamente en nuestro medio, en nuestra Bolivia plurinacional.
Un aplauso para el papa Francisco. sus palabras pueden ser festejadas, y representan una apertura y una visión racional de la realidad social, que, de alguna manera, aunque así no lo puedan reconocer los cultores de la ortodoxia, garantiza la sobrevivencia y la buena salud de la milenaria institución.
El autor es operador de turismo
Columnas de AGUSTÍN ECHALAR ASCARRUNZ