4.600 millones de dólares menos
Si hubo un sector impactado por la pandemia mundial del coronavirus durante 2020, por causa de una crisis sanitaria de proporciones que obligó a adoptar medidas sin precedentes para proteger la vida, fue el comercio internacional. Las prioridades de los gobiernos cambiaron, la actividad económica en el planeta se vio afectada por un confinamiento generalizado que, para el caso de Bolivia, supuso que dejaran de circular en el país, por dicha causa, por lo menos 4.600 millones de dólares, producto del severo golpe para el comercio exterior boliviano, haciéndolo retroceder a niveles de hace una década.
Según la Organización Mundial del Comercio (OMC), el volumen del comercio mundial de bienes cayó cerca del 6% entre julio y septiembre de 2020 comparado el de igual lapso de 2019. El comercio exterior boliviano registró un déficit de 65 millones de dólares –menos del 10% del registrado en 2019– sin embargo, esa reducción devino del desplome de las importaciones por 2.705 millones de dólares, producto de la virtual paralización económica, en tanto que las exportaciones cayeron 1.909 millones, reproduciendo cifras de 10 años atrás.
Las exportaciones de minerales cayeron en un 28% en valor y en el 34% en volumen, mostrando su fragilidad al depender de una media docena de productos (oro, zinc, plata en bruto, estaño, plomo, plata aleada) y pocos mercados (India, Japón, Emiratos Árabes Unidos, China, Corea del Sur, EEUU). Igual pasó con los hidrocarburos –cayeron un 28% en valor, pese a un incremento del 0,4% en volumen– mostrando lo grave que es depender de un producto –el gas natural– y sólo dos mercados destinatarios, Brasil y Argentina.
Quienes sacaron la cara por las ventas externas fueron los sectores que no operan con recursos extractivos y no renovables: las exportaciones no tradicionales, con más de 700 productos altamente generadores de empleo y efectos multiplicadores, crecieron un 4% en valor pese a una baja del 4% en volumen, apalancadas por los alimentos.
A las importaciones no les fue mejor, pues cayeron un 28% en valor y un 20% en volumen. Los suministros industriales, bienes de capital y equipos de transporte –que representaron un 63% del valor total– bajaron fuertemente en valor y volumen, mientras que los “alimentos y bebidas” crecieron más bien, en un 2% y un 16%, respectivamente.
Bolivia consumó con ello, en 2020, su sexto déficit comercial consecutivo, con una caída acumulada de poco más de 5.000 millones de dólares desde 2015.
Para evitar un mayor debilitamiento de las reservas internacionales netas, una mayor presión sobre el tipo de cambio, y para recuperar los empleos perdidos por causa de la pandemia, el Instituto Boliviano de Comercio Exterior (IBCE) propone dos simples políticas a fin de reanimar el comercio exterior y tornarlo superavitario: una política de promoción selectiva de exportaciones (focalizando en sectores de rápida reacción, como el agropecuario, agroindustrial y forestal) y una política de sustitución competitiva de importaciones (en lo que se ha tenido una feliz coincidencia con el Programa SI Bolivia, lanzado recientemente por el Gobierno).
La apertura de mercados, una sinergia público-privada para mejorar la “competitividad sistémica”, el pleno uso de la biotecnología en el agro, un énfasis en la producción de biocombustibles para sustituir la importación de diésel y gasolina, un mayor uso de nuestros puertos sobre la hidrovía Paraguay-Paraná, y el rescate del mercado interno de las garras del contrabando, podrían implicar un positivo punto de inflexión para la economía boliviana.
El autor es economista y magíster en comercio internacional
Columnas de GARY ANTONIO RODRÍGUEZ