¿Tenemos que salvar el planeta, o salvarnos nosotros?
No es fácil lograr que la gente se suba al tren ambiental al simple llamado de los científicos que, desde hace muchos años, no se cansan de repetir que es imperativo hacerlo. En los hechos, ese llamado no ha tenido repercusión hasta ahora porque está muy lejos de la naturaleza humana. Para actuar, las personas necesitan ser captadas, estar convencidas y fascinadas. Solo así sienten que han decidido actuar por voluntad e interés propios, y no porque alguien les obliga.
En situaciones normales, cuando se ofrece un producto cualquiera, a la mayoría de los consumidores les importará cómo se beneficiarán directamente del mismo. Ocurre lo mismo cuando se trata de problemas sociales. Los humanos no somos tan desinteresados como pensamos. No, a escala global.
Lo que han venido haciendo hasta ahora los científicos para crear conciencia sobre la crisis climática no ha dado los resultados esperados. Dicho de otra manera, se ha hecho un mal trabajo de comercialización de la crisis climática entre seres humanos egoístas. Se ha confundido a las personas, enviando mensajes deficientes. Se ha asumido erróneamente que la naturaleza de las personas, les llevaría a actuar desinteresadamente.
Ha llegado el tiempo de proponer cambios en la estrategia de comunicación de la crisis climática. El término "calentamiento global" no ha surtido efecto, y por tanto se plantea reemplazarlo por "cáncer climático». ¿Suena duro y a tragedia? No debería, porque desde que en 1975 el científico estadounidense Wallace Broecker utilizó el término "calentamiento global" en un artículo científico, los efectos hasta ahora son poco alentadores, y el resto es historia conocida por cada uno de nosotros. Hemos hecho del término parte de nuestro léxico global, pero no hemos cambiado nada.
Quien no ha escuchado al vecino o al amigo, quejarse con expresiones como: "Este invierno hace más frío que el invierno pasado, o la semana pasada hizo menos frío que hace dos semanas"; seguramente es por efecto del "calentamiento global». El tiempo medido en meses o en días no es un indicador del calentamiento global. Ahí pecamos de ignorantes y somos malos enviando mensajes. El problema no es el calentamiento global, es el cáncer climático.
Tenemos que aprender a comunicar con precisión, y debemos hacerlo de manera que la gente entienda y lo sienta de inmediato. Si enviamos un mensaje para decir que la gente contrae cáncer, podemos estar seguros de que los receptores entenderán el concepto y sentirán la necesidad de actuar, porque saben muy bien lo que le sucede a un paciente con cáncer cuando no actúa: se muere.
¿Qué tal si nos acostumbramos a enviar el mensaje directo para afirmar que hay un cáncer en nuestro clima, y que si no actuamos habrá muerte? Seguramente muchos se preguntarán: ¿muerte de quién? ¿del planeta?. Hasta ahora hemos sido ingenuos al pensar que la humanidad debe actuar para salvar la tierra, los animales, la biodiversidad, etc. El resultado está ahí. La gente no ha actuado, y no lo ha hecho, porque los seres humanos actuamos por nuestro propio interés. Actuamos solo cuando sabemos que nos costará algo, y curar el cáncer climático nos costará mucho.
En lugar de decirle a la gente que tenemos que salvar algo, debemos advertirles que ellos y sus familias están en peligro. Necesitan sentir miedo y saber que, si no actúan, los efectos sobre sus vidas y sobre la de sus seres queridos serán desastrosos. Ya no se trata del planeta, sino de nosotros; porque el planeta sobrevivirá pase lo que pase. La vida seguirá con o sin nosotros. Lo que tenemos que hacer ahora es salvar nuestra especie.
Ahora es importante enfocarse en emitir un mensaje claro que garantice una acción continua para curar el cáncer climático. En este punto se plantea que el mismo esté basado en el impulso, y no en términos absolutos. Si decimos, por ejemplo, que si no actuamos ahora, el mundo tal como lo conocemos desaparecerá en 50 años; pensaremos que 50 años es mucho tiempo. Esa es nuestra naturaleza como humanos. Además de ser egoístas, somos criaturas de mente finita. Nos gusta ver los resultados de los sacrificios que estamos haciendo y queremos verlos antes de 50 años.
Aquí un ejemplo sencillo para reforzar lo anterior. Si tu entrenador en el gimnasio te dijera que necesitas hacer ejercicios todos los días durante los próximos 50 años para perder cinco kilos, seguramente ni empezarás con el régimen. Eso tiene una respuesta, las personas estamos abrumadas por preocupaciones personales urgentes. Las cosas a futuro no las vemos como prioridades; necesitamos ver y comprender la diferencia de lo que estamos haciendo en términos más inmediatos.
Cuando vemos los gráficos de los casos diarios de Covid, sabemos que debemos hacer para aplanar la curva. Lo mismo ocurrirá con el cáncer climático y el daño ambiental hoy, esta semana, este mes y este año. ¿Qué acciones puedo tomar hoy y qué resultados veré y sentiré mañana? Necesitamos menos términos absolutos que se sientan lejanos y difíciles de alcanzar, y más formas de medir que nos estamos moviendo en la dirección correcta.
Los humanos, nos hemos equivocado mucho con el calentamiento global. Hemos asumido que la gente simplemente "lo entenderá" y actuará por puro altruismo. Pero no es así. Lo que ha fallado hasta ahora es un buen marketing. Aquí un ejemplo: Si alguien crea un producto y está seguro de que es excelente, pero que no se vende en absoluto, entonces: ¿culparía a los consumidores por no haberlo comprado, o dará un paso atrás y echaría un vistazo a su estrategia de marketing?
Las cosas solo cambiarán, una vez que ayudemos a las personas a comprender el cáncer climático que nos rodea. Que esa es una enfermedad que amenaza la supervivencia de su entorno y de su familia. Es importante darles acciones claras y convincentes, para que vean objetivamente, el progreso que están logrando.
El autor es ingeniero ambiental
Columnas de RUBÉN CAMACHO GUZMÁN