Tensiones sin fin
Los últimos meses hemos vivido un ambiente marcado por las tensiones políticas y las movilizaciones sociales. Tensiones que se sucedieron por diversos motivos y que la proximidad de las fiestas de fin de año parecía mitigar, hasta que estalló el escándalo de los ítems fantasma en la Alcaldía de Santa Cruz, utilizado rápidamente con fines partidarios.
Pareciera que los políticos viviesen de crear tensiones, no tanto de crear las mejores condiciones para el desarrollo armónico de las familias bolivianas.
Cualquiera que cuestione al Gobierno —como ha ocurrido en su momento con el hoy gobernador cruceño y después con el presidente del Comité pro Santa Cruz— tiene serias posibilidades de ser perseguido por la justicia mediante la instrumentalización descarada de la Policía y el Ministerio Público; y si no, vean el caso del exlíder cívico Marco Pumari.
La intolerancia es uno de los grandes males del país. La clase política, así como de la dirigencia sindical y de organizaciones sociales, atraviesa por una severa crisis de representatividad.
Ese descrédito ha debilitado a estas instituciones importantes para la democracia, sin contar con que no existe más un sistema de partidos en Bolivia, tal como bien lo denunció la exvocal del Tribunal Supremo Electoral Rosario Baptista.
Aunque en los últimos días no hubo grandes sobresaltos, cualquier momento, algún político o dirigente aparece con declaraciones que rompen la calma soltando amenazas y removiendo viejos temores.
Hace no mucho, en pleno centro tarijeño, en el marco de una serie de persecuciones contra Camacho, quien acababa de lanzar al país su propuesta de federalismo, unas personas se trenzaron a golpes.
A propósito, un congreso del MAS en Sacaca, Potosí, acabó en otra trifulca, aún mayor, en lo que podría calificarse como otro ejemplo de intolerancia política, pero esta vez interna, dentro de un mismo partido. Han llegado al punto de tomar un aeropuerto con tal de impedir la salida de Camacho... ¿Qué está pasando en el país? ¿Por qué ese nivel de impunidad? ¿Todo está permitido cuando de intolerancia política se refiere?
Por otro lado, ¿hasta cuándo los dirigentes de partidos y de organizaciones sindicales van a dirigirse a sus bases con discursos de odio y de confrontación? ¿Cuándo van a entender que, con esas formas violentas de usar la palabra, sólo están fomentando el enfrentamiento entre hermanos bolivianos?
Esperemos que sea ahora, en estos días previos a la Navidad, momento oportuno para la reflexión, para forjar —desde las autoridades— un país fundado en la paz y la confraternidad, no en el odio ni la venganza.