El Estado vs. el pueblo
Acabamos de ver en blanco y negro, con absoluta nitidez, la diferencia y la contradicción existente entre el Estado y el pueblo.
Dejándonos de engañosas definiciones academicistas que señalan que el Estado es la población (el pueblo), el territorio, la soberanía y el gobierno, en puridad el Estado no es más que el aparato coactivo, de fuerza, de una clase o capa social minoritaria, para imponer su poder sometiendo y abusando al pueblo.
El Estado es una exclusiva creación de la “magnífica civilización” una vez que fue destruida la barbarie, que para sorpresa y rechazo de muchos era una etapa social superior a la tal civilización porque no se abusaba a nadie, regía un igualitarismo, nadie era más que otro, a nadie le faltaba nada pero tampoco le sobraba, de tal manera que no existía la policía, ninguna fuerza armada, tampoco existía el derecho, no existía “jefe” o cacique, era la comunidad entera la que resolvía directamente sus problemas (que existían) bajo simple “consejo” de los ancianos, no había la “representación” (diputados, senadores, dirigentes políticos ni cívicos, alcaldes): en resumen, no existía la famosa “autoridad” porque no se la necesitaba.
El atraso científico y tecnológico era comprensible, que de no haber existido el Estado igualmente hubiera sido desarrollado por el hombre respondiendo a sus necesidades de sobrevivencia. “Todo tiene su tiempo y su lugar”.
Lo acabado de señalarse ha sido plenamente confirmado en los últimos sucesos producidos en Santa Cruz. Un pueblo levantado por causas muy elementalmente justas y hasta simplemente lógicas, con una “representación” política y cívica inservible por ineficiencia, por malicia o por ambas cosas, extremos sumidos en interrogantes.
Un pueblo solitario, abandonado y engañado en su lucha y, quien sabe lo peor, dividido, por imposición de esoterismos ideológicos falsarios del poder (del Estado), cuando el pueblo es uno solo con los mismos intereses y con los mismos padecimientos y consecuentemente jamás debería estar dividido en parcialidades y mucho menos enfrentados. Es el Estado el que lo divide y es un minoritario grupo social privilegiado el que lo engaña y utiliza y lo abandona.
No interesa el nombre que se autoadjudique el Estado, podrá ser capitalista, neoliberal, socialista, liberal, socialdemócrata, no importa el membrete que se ponga porque ya se trate del dominio de una “burguesía”, de las grandes corporaciones (que actualmente es lo más cierto) o de la mentira de la dictadura del proletariado (socialismo), que es inexistente, o de los pequeños grupos marginales en razón de igualdad sexual, racial (adornada como “étnica”), de género, generacional, etc., el Estado será siempre Estado, es decir, verdugo del pueblo para preservar los intereses de una minoría a la que le entusiasma la praxis de la expansión de virus para “disminuir” (matar) a la población mundial inspirados en la eugenesia de Thomas Malthus, aunque se cuida del uso de armamento nuclear, porque sabe ese Estado que no sólo el pueblo perecería sino el propio Estado tan “civilizado”, terminarían todos.
Columnas de GONZALO PEÑARANDA TAIDA