Corrientes en pugna
En una sociedad dividida en clases sociales tiene que existir un partido político que encarne los intereses de cada clase social. Una clase sin partido está condenada al ostracismo, a la explotación y al abuso ejercido por una otra dominante, que muchas veces no requiere siquiera de partido siéndole suficiente la fuerza coercitiva del Estado.
En la actualidad, en Bolivia no existen partidos políticos propiamente dichos, han sido exterminados, prueba de ello es la Ley de Organizaciones Políticas, instrumento que hace un juego mágico de manos para introducir a dichas “organizaciones” haciéndolas funcionar artificialmente como partidos políticos, instaurando un régimen corporativo, dando rienda suelta a la existencia de meras siglas adocenadas con “personerías” (personalidades) jurídicas puestas desvergonzadamente a la venta o alquiler al mejor postor.
Desde luego que este fenómeno no es casual, el propósito es dejar sin voz y sin acción a las clases sociales oprimidas. La inmensa mayoría ciudadana reclama y protesta en contra de la actual desastrosa situación económica, política, jurídica, institucional, pero nadie hace nada y el desastre perverso repleto de corrupción permanece, debido precisamente a la falta de un verdadero partido político que organice la justa protesta y la resistencia. Esa es la importancia de contar con partidos políticos verdaderos, por eso han sido aniquilados.
No existe una sola “organización” política que no responda directa o indirectamente a intereses extranjeros —sólo véase el caso del litio— de ahí que la histórica división partidaria entre izquierda y derecha es inexistente en Bolivia, país que se mantiene sumido en la pobreza, el colonialismo o dependencia degradantes.
El verdadero partido de izquierda no aparece de la noche a la mañana, su construcción es dificultosa, requiere de mucho tiempo, de años de sacrificios y dedicación plena, y, lo más importante, necesita —para ser un auténtico partido— del visto bueno de la clase social que le reconozca como “su” partido, por ser portador de sus necesidades y aspiraciones, debiendo demostrar esa su identidad no solo en el discurso y en el papeleo propagandístico sino en la lucha social diaria. Todo eso esto está muerto en Bolivia.
Redundando, el partido podrá ser de izquierda si representa a las clases sociales excluidas o sumidas en la explotación y el abuso, o podrá ser de derecha si expresa los intereses de una clase social expoliadora, que concentra la riqueza nacional para sus amos y para sí sellando su repugnante contenido antinacional.
Esta divisoria es inexistente en la Bolivia actual, no existe partido que sea portador de la defensa de los intereses nacionales y de las grandes mayorías expoliadas, la diferencia entre izquierda y derecha es imaginaria, rige únicamente una ferviente ambición por la captura del poder, no sólo para el enriquecimiento propio de los gobernantes y sus lacayos, sino para el estricto servilismo a los poderes internacionales de los que dependen.
Que esté claro, hoy en Bolivia, una de las tendencias en pugna eleccionaria reconoce aún retazos de libertad, de propiedad privada desigual, de ciertas reglas más o menos aceptables en el reordenamiento institucional, etc., mientras que la otra aniquila por completo la libertad, sustituye la propiedad privada por la propiedad abusiva estatal, destruye el orden institucional, impone el totalitarismo, el “dedazo”, la arbitrariedad.
Estas dos corrientes son las que se enfrentan hoy, sin olvidar que ambas estuvieron tan unidas que inclusive se pusieron de acuerdo en la aprobación de nada menos que la llamada nueva Constitución, que es el instrumento por el que se niega y destruye la república, esa república a la que hoy cínica e hipócritamente se le quiere rendir homenaje en los 200 años de su creación, en un choque desvergonzado con la caricatura del Estado Plurinacional, reiterando que plurinacionales son casi todos los países del mundo, sin que nadie tenga que hacer alarde de contenido poblacional tan natural.
Columnas de GONZALO PEÑARANDA TAIDA