La estupidez avanza
El mundillo de los políticos muestra la aparición de saltimbanquis y vividores que desde hace 45 o más años viven de la politiquería junto hoy a personajes “nuevos” que no quieren largar su desastrosa diputación o senaturía. Este horripilante “paisaje” tiene por lamentable común denominador a la estupidez humana, puesto que es el ciudadano el que consciente o inconscientemente cohonesta esta repelente situación y… su triste situación de gobernado no cambiará, ni con “izquierdas” ni con derechas. Pero este capítulo tiene una macrohistoria.
Conforme transcurre el tiempo la estupidez más se apodera del humano, entendiendo a aquella, a la estupidez, como la forma de pensar y actuar contra la lógica más elemental. Inicialmente el hombre prehistórico tenía un sentido y un propósito coherentes para el logro de su existencia y para poder vivir mejor, realizaba todos los días lo estrictamente necesario para tales finalidades, pero mientras “progresaba” iba ejecutando actos absurdos alejados de su bien inicial.
El humano empezó a practicar cosas que no tienen sentido o si los tenía y tiene es para mal, desapareció la igualdad y la cooperación mutua y se impuso la ambición y el egoísmo en nombre de los sagrados “usos y costumbres”, de la “cultura propia”, actos majaderos que el resto de los animales no ejecutan.
Solo a guisa de ejemplo, no sabríamos cómo justificar, cómo en un país tan pequeño como Brunéi, ubicado en el sudeste asiático, con apenas 450. 000 habitantes, donde gobierna un sultán desde hace 76 años, tiene el palacio de gobierno más grande del mundo con una extensión de 200. 000 metros y muchas de sus paredes son de oro macizo, personaje que cuenta con una colección de coches, 600 Rolls-Royce, 450 Ferraris y 380 Bentley, que posee aviones, helicópteros, un Boeing 747.
De igual manera, cómo entender que en otro país, Azerbaiyán, ubicado al sur de Asia, se realicen las fiestas más incomprensiblemente ostentosas para la celebración de un simple cumpleaños de gente rica o de un matrimonio, donde se come no ovíparamente sino como verdaderos cerdos, con una ostentación de lujos indecibles, bajillas de oro y piedras preciosas y demás detalles que hieren el sentido común.
Se podrá argüir que se trata de países exóticos, pero vayamos al occidente, a EE.UU. por ejemplo, donde una pareja matrimonial clasemediera, compra una simple casa con implementos inservibles, en medio de pantanos insalubres o en lugares inhóspitos, en un millón y medio de dólares por simple gusto o mal gusto.
Estos simples ejemplos corren a contrapelo de gente que en el mundo está sumida en la más álgida pobreza, que se alimenta rodeando los basurales pugnando con las ratas, sin techo en qué dormir, víctimas de violencia, enfermedades y vicios, sumidos en una suerte de putrefacción física y moral.
Todo esto es estúpido y está motivado simplemente por la ambición de poder y riqueza, que es exclusivo de los humanos, desconocido por el resto de los animales considerados “inferiores”.
Por eso el expresivamente olvidado Henry Louis Mencken, tan admirado por Jorge Luis Borges, en su “Prontuario de la estupidez y de los prejuicios humanos”, burlándose del antropocentrismo que considera al ser humano como el centro del universo, sostiene que pocas bestias son tan estúpidas y cobardes como el hombre y dice que “El perro más pequeño y ordinario tiene sentidos más agudos y es infinitamente más valeroso, es más honesto y confiable… Las hormigas y las abejas son muchísimo más inteligentes e ingeniosos: organizan su gobierno con menos querellas, despilfarros e imbecilidades. El león es más bello, más solemne, más majestuoso. El antílope es más veloz y ágil. El gato doméstico es más aseado. El caballo sudado tiene mejor olor. El buey y el asno son más laboriosos y pacíficos. La crianza del hombre es tan frágil que si la descuidara durante dos días moriría irremisiblemente. El orangután cría una familia de setenta u ochenta hijos, y a los ochenta años está tan sano y rozagante como un europeo a los cuarenta. Si se lo compara con el salmón o con el estafilococo, estos resultan maquinarias más seguras. Tiene los peores riñones y los peores pulmones y el peor corazón dentro de la zoología comparativa. Su ojo es menos eficiente que el de una lombriz.”
Luego señala, “Debe vestirse, protegerse, fajarse, su situación es idéntica al de una tortuga nacida sin caparazón, al de un perro sin pelo, un pez sin escamas, si no cubriría su cuerpo estaría indefenso hasta frente a las moscas porque ni siquiera tiene una cola para espantarlas. Pero el hombre tiene alma y el chimpancé no, por eso éste la pasa mejor sin ella. Se jacta y pavonea de tener alma y olvida de que no sirve para nada. Es el supremo payaso de la creación, la reductio ad absurdum de la naturaleza animada.”
Si solo el 1% de lo que dice Mencken fuera evidente sería suficiente para entender las estupideces que hace el humano, como en las elecciones en Bolivia. El problema es que conforme avanza la civilización, la “ciencia”, la “tecnología”, el humano se hace más estúpido, por eso terminará gobernado y esclavizado por la máquina, por el robot, que estúpidamente él mismo va construyendo para su propia aniquilación.
Columnas de GONZALO PEÑARANDA TAIDA