Otro fracaso en La Haya
La lectura del fallo sobre el proceso del Silala, en la Corte Internacional de Justicia (CIJ) de La Haya, ha confirmado una nueva derrota para las pretensiones jurídicas del país y un consecuente fracaso de la política exterior del oficialismo.
Por supuesto, el Gobierno tiene una opinión distinta y hasta exitista, porque está convencido de que se puede crear una narrativa que oculte el contraste, de tal modo que el Canciller ha expresado que la decisión conocida ayer ha sido “positiva”. Si lo fuera, el presidente chileno Gabriel Boric no tendría por qué haber declarado que en Chile había satisfacción y que el fallo de la CIJ otorga a ese país “certeza jurídica”, pues a lo largo del proceso ha quedado claro que el Silala no es un manantial, como sostenía inicialmente la tesis boliviana, sino un río de curso internacional, como afirmó Chile en el núcleo de su demanda.
El fallo, en una traducción no oficial, expresa, en uno de sus parágrafos más importantes, que puesto que las partes coinciden “con respecto al estatus legal del sistema del Río Silala como un curso de agua internacional y sobre la aplicabilidad del derecho internacional consuetudinario para usos distintos de la navegación de los cursos de agua internacionales a todas las aguas del Silala, la Corte concluye que el reclamo hecho por Chile en su alegato final (que se declare que el Silala es un curso de agua internacional) ya no tiene objeto y que, por lo tanto, el tribunal no está llamado a pronunciarse al respecto”.
Hace alusión este razonamiento jurídico a que, como señala también la sentencia, la posición de Bolivia cambió desde afirmar, inicialmente, que el Silala era un manantial, hasta que después, en los alegatos escritos y con mayor énfasis en los orales, admitió que en realidad se trataba de un curso de agua internacional. Esto coincide con lo que se denunció en el país en su momento: el viraje en la posición boliviana, que se alineó con la tesis chilena.
Lo que el fallo expresa, en su parte conclusiva, es que si las partes coinciden entonces no hay controversia y un tribunal con facultades para resolver casos contenciosos como la CIJ no tiene por qué pronunciarse. Es decir, no hay objeto del proceso, que terminó por diluirse en el desarrollo del caso.
No obstante, sí hay una derrota para Bolivia porque en el juicio quedó claramente definido que el Silala no es un manantial sino un curso de agua o río internacional, como sostuvo la pretensión o tesis chilena -de ahí que Boric hable de “certeza jurídica”-, y que, en consecuencia, según la sentencia, ambos países tienen derecho a un uso de sus aguas de forma equitativa y razonable.
Por tanto, la posibilidad de un resarcimiento histórico y un pago por las aguas del Silala se ha diluido en el momento en que se aceptó que se trataba de un curso de agua internacional. Cabe expresar que esa posibilidad también se perdió cuando Potosí rechazó un pago del 50 por ciento por el uso histórico de ese caudal, en tanto que el restante 50 por ciento quedaría pendiente de un arreglo de partes.
Este nuevo contraste también exige una cualificación de la política exterior, fundamentada hoy en improvisaciones y en manos de políticos poco idóneos para cuidar los intereses del país.