El secuestro de un Gobernador
Se hizo justicia!, vocifera la masa que no sabe nada de ella o ignora su verdadero significado, atenida a su ceguera ideológica. ¡Si los jueces no lo envían a la cárcel, les vamos a chicotear en público, carajo!, aúllan los Ponchos Rojos. A pocos metros de los chicoteadores, las Bartolinas disfrazadas con bufandas rojas chillan al unísono “¡Queremos la pena máxima de 30 años!”.
Todos ellos son parte de los movimientos sociales. Esos grupos de choque que perdieron identidad y se mueven al vaivén de las migajas que les tira el masismo. Son producto del odio; críos del populismo del siglo XXI que no responden a una organización en concreto, porque fueron desclasados. Es una masa vulnerable, dócil y manipulable. Están ahí como carne de cañón para cumplir capricho ajeno.
Hoy Bolivia es testigo de que la justicia es una quimera; un término hueco e inexistente. Hace 16 años ha sido secuestrada y reemplazada por el abuso, el autoritarismo y el revanchismo. Hay que destruir a los k’aras, es la consigna; aplastar a esos supuestos culpables del sufrimiento de los originarios, hoy autodenominados “movimientos sociales”.
No es secuestro, es legal. Ha sido detenido porque existen indicios de que promovió un golpe de Estado, braman los tinterillos de camisa blanca percudida y corbata; esos que ostentan un título de abogado y un nombramiento como juez. Ellos saben que durante la vacación judicial sus excesos no son posibles, pero eso no les interesa. Son mastines a sueldo del populismo; jauría corrupta carente de valores, pero útiles para asestar el golpe y clavar sus afilados colmillos sobre sus víctimas.
Inmorales entrenados para delinquir; criminales que no necesitan ajustar el gatillo de una pistola para aniquilar a quien se interponga en el camino del amo, al que le deben favores y lealtad. Tienen como instrumento de represión a la Policía, un ente de pacos disfrazados de verde olivo, indefensos cuando están solos, pero cuando atacan lo hacen en manada.
Esos son los actores que secuestraron al gobernador de Santa Cruz, Luis Fernando Camacho. Cumpliendo órdenes del hortelano, y ejecutado por un niño ministro de gobierno, que apellida Del Castillo; un tirapetardos con ínfulas de Rambo andino. Un acto despreciable, cobarde e ilegal que desnuda la ausencia de un Estado de derecho, pero muy propio de los regímenes populistas de Cuba, Venezuela, Nicaragua, Irán, Rusia, China y otros Estados gobernados por autócratas.
Hoy es Luis Fernando Camacho y otros 190 presos políticos que están encarcelados sin sentencia, mañana podrías ser tú o alguien de tu familia o entorno. No importa si hoy eres de la oposición o un chupamedias del populismo. Los intereses de los que dirigen ese grupo están por encima de tus derechos y lealtad. No tengo dudas de que muchos cubanos, venezolanos y nicaragüenses que empezaron apoyando a esos autócratas hoy están purgando su error entre rejas.
Columnas de RUBÉN CAMACHO GUZMÁN