Las grandes corporaciones
Es común hablar de las grandes corporaciones, pero, ¿ se sabe exactamente lo que son? Reflejemos apenas algunos de los caracteres de este tema tan vasto.
Hace 158 años la corporación era una organización relativamente insignificante, pero hoy tiene un descomunal poder sobre las vidas humanas. Sus propietarios son un grupo de individuos que persigue cuantiosos beneficios.
La corporación moderna nació en la era industrial cuando se inventó en Inglaterra una bomba a vapor que sustituía el trabajo de los mineros de carbón. En el siglo XIX, existían muy pocas corporaciones reguladas por el Estado para realizar dentro de su jurisdicción trabajos para el servicio público como la construcción de caminos, puentes, etc.
Pero gracias a las guerras se multiplicaron, aparecieron las empresas de ferrocarril con subsidios estatales, bancos, grandes fábricas de armas, instancias en la que los abogados de las corporaciones se dieron cuenta que podían eliminar las barreras que les limitaban.
La décima cuarta enmienda de la Constitución de los EEUU reconoció la igualdad de las personas negras y blancas, los abogados de las corporaciones acudían a los tribunales y decían que la corporación es igualmente una persona y este absurdo fue admitido por los tribunales.
600 mil personas murieron por defender la igualdad de la gente, para que luego unos jueces otorgaran ese derecho a la propiedad y al capital. A las corporaciones se les otorgaron derechos como si fueran personas de carne y hueso, argumentando que tienen fines “altruistas”, como si tuvieran conciencia moral y se preocuparan de los demás, cuando son simples creaciones de la ley para enriquecer a sus accionistas. Como dijo alguien, “La corporación no tiene alma que salvar ni cuerpo que encarcelar”, pero si produce algún daño a la población son los directivos los que se responsabilizan.
La corporación puede hacer bien a la sociedad, pero ése no es su fin sino lograr beneficios para sus miembros; no tiene malicia ni mala voluntad, porque es como el tiburón que lleva dentro su propia naturaleza y por eso cuando una empresa de este tipo se beneficia de las riquezas naturales de un país, una vez que las agota, se marcha y lo deja más pobre que antes y se va a otro país con gente desesperada y gobiernos corruptos.
Son incontables los daños a la salud humana que produce la corporación con productos peligrosos, desechos tóxicos, polución, sustancias químicas sintéticas. En 1940, se crearon productos sintéticos antes nunca vistos, como los tejidos, cepillos de dientes, neumáticos, insecticidas, cosméticos, herbicidas, mercancías “para mejorar la vida de la gente”, productos farmacéuticos que curan una enfermedad y crean otra igual o peor.
Los químicos sintéticos producen malformaciones en recién nacidos, distorsiones en las hormonas y genes humanos que para su consolidación hasta promueven movimientos políticos de categoría “sagrada”. Se comprobó en EEUU que para aumentar la producción de leche a las vacas se les dio BST con el nombre de “Posilac”, provocándoles mastitis y se les inyectaba antibióticos, con lo que la gente estaba consumiendo antibióticos. Los organismos de sanidad la declararon segura para beneficiar a las corporaciones.
Los mínimos detalles precedentes han quedado lejos con el avance de la ciencia y de la tecnología que están en manos de las grandes corporaciones.
Columnas de GONZALO PEÑARANDA TAIDA