Arévalo de nuevo
Bernardo Arévalo es, desde hace dos domingos, el presidente electo de Guatemala. Sustituirá a uno de los jefes de Estado más corruptos de la larga historia de corrupción del país. Ocupará el sitio que hace décadas dignificara su padre, Juan José Arévalo, electo con el 80 por ciento del respaldo el año 1944.
Arévalo padre era un demócrata cabal, un anticomunista convencido, académico y educador, un reformista seguro de que Guatemala podía convertirse en un país moderno. Le dotó de leyes laborales y de seguridad social.
Su sucesor, Jacobo Arbenz, prosiguió la revolución en democracia, implantando la reforma agracia tras largas negociaciones y la aprobación de una ley consensuada.
En la CIA, desde Washington, pensaron equivocadamente que aquello conducía al comunismo y apoyaron a las fuerzas más siniestras para poner fin a la primavera en 1954. Esos 10 años de florecimiento quedaron bajo asedio. Ahora, 70 años después, se retoma la siembra y se acaba de colocar la primera semilla del nuevo tiempo.
Bernardo Arévalo venció en segunda vuelta al pacto de corruptos que había terminado de adueñarse del poder político en Guatemala.
Aunque rozó el 60 por ciento del respaldo, deberá enfrentar a un sistema de partidos podrido. No será faena sencilla. Al igual que su padre y Arbenz, deberá ataviarse de paciencia sin perder la determinación.
Los guatemaltecos salieron a celebrar. En las calles y en medio del baile, recordaron la caída de Otto Pérez Molina y las hazañas de Iván Velásquez,el comisionado enviado por la ONU para terminar con la impunidad. Querrán el retorno de Telma Aldana, la mujer que desde el Estado dio fuertes estocadas a las mafias de rateros que han saqueado el país.
La semana pasada dijimos viva Guatemala, ahora lo repetimos.
Columnas de LA H PARLANTE