Masacre animal
Más de seis millones de animales muertos en la última ola de incendios, incluso más que en el siniestro de hace cuatro años con epicentro en la Chiquitanía. Esta es la cifra que expertos de la UMSA estiman sobre las consecuencias catastróficas del fuego descontrolado en la riqueza animal de Bolivia, fuego que aún arde y que amenaza con elevar aún más los números, tanto de extensiones devastadas como de animales quemados, asfixiados o espantados de su hábitat natural.
Si en los últimos días los medios de comunicación, rescatistas y ambientalistas cuantificaban las hectáreas de bosques quemados (este fin de semana se llegaban a tres millones en Santa Cruz, Beni y norte de La Paz), nuevas imágenes desgarradoras mostraban con toda su crudeza, en agencias de noticias y redes sociales, la gravedad de los incendios forestales en Bolivia: animales carbonizados, venados a los que la muerte sorprendió buscando ponerse de pie, osos hormigueros con todo el pelo chamuscado y la carne rostizada, huevos de pájaros abandonados por sus progenitores y que no llegaron a eclosionar, cadáveres de felinos de todos los tipos, desparramados entre cenizas… imágenes que muestran el horror de hacer sucumbido al fuego.
La mayor parte de los individuos muertos corresponde a roedores, que son siempre los más abundantes, explican los expertos, que deploran la mortandad de carachupas y chichilos y, en menor número, de felinos mayores como el puma y el jaguar. Las aves pudieron escapar, pero dejaron abandonados sus huevos.
Además, muchos de los animales son endémicos de áreas protegidas de Bolivia, como el Madidi, probablemente el espacio con mayor biodiversidad en el mundo, y donde se estima que existen más de 2.000 especies de vertebrados, el 66% de los de Bolivia y el 3,7% de los del planeta, además de 120 mil especies de insectos.
Justamente, todo este contexto hace suponer que el número de víctimas ha sido mayor que en 2019. Como el fuego persiste, aún no se hicieron estudios más precisos sobre los efectos en la biodiversidad y mucho se teme que las cifras finales sean mayores.
El desastre está consumado, no sólo por el número de animales muertos, sino por las consecuencias posteriores de esta masacre y el daño en el territorio. Son efectos difíciles de cuantificar y de reponer. Muchos de esos animales no volverán a su lugar de origen y varias especies corren el riesgo de extinguirse.
De ahí, la urgencia de mayores medidas de prevención para evitar el fuego, un cambio del marco normativo que fomenta los incendios y mayores sanciones para quienes promueven estos hechos. De otro modo, seguiremos contando los venados, jukumaris y roedores que se nos mueren calcinados o asfixiados hasta que ya no quede ninguno.