Seguro que sería muy mal árbitro
Estoy caminando por la calle, como siempre pensando en la caída del Imperio Romano (cosa muy triste en verdad), cuando escucho un pequeño gemido de dolor. Es un perro, pequeño, sucio y manifiestamente vagabundo. Alguien, un guardia de seguridad a juzgar por el uniforme, le ha dado una patada.
No muy amable, en verdad. Se trata, además, de un gesto absolutamente gratuito. ¿Para qué lastimar al animalito?
De inmediato, un muchacho empieza a insultar al guardia de seguridad. También ha visto la patada y no le ha gustado para nada. Su molestia parece legítima... al menos al principio. Entiendo que salga en defensa del perrito por una cuestión de principios, pero no tarda en tratar al guardia de “indio de m...”. De pronto, ya no lo encuentro muy simpático.
¿Era necesario o tan siquiera justificable? Creo que no. El defensor de los animales de pronto me cae mucho menos simpático. ¿Será que su amor se circunscribe a los perros? Igual, hace tiempo que no oía expresiones de odio de ese tipo...
¿Y cómo responde el guardia a los insultos? Sonríe, simplemente. Cosa que irrita al joven. Definitivamente, esa actitud, estoica y adulta, me cae bastante mejor.
En lo personal, me abstengo de juzgar. No obstante, pienso que ninguno de los dos personajes es un modelo de virtud. No sabría a quién darle puntos de buena conducta. Como cualquier persona, son buenos y malos a la vez. ¿O habrá algún santo entre nosotros?
Por cierto, yo estaba esperando que se agarren a golpes, cosa que al final no sucedió. Por puro amor al espectáculo, además. No iba a separarlos, de ninguna manera.
En serio, me iría muy mal de árbitro y, claramente, soy una mala persona. ¿Reconocerlo me hace mejor o peor?
Columnas de ERNESTO BASCOPÉ