¿Seremos una sociedad más igualitaria?
A estas alturas todos deben tener claro que no tendremos nuevos jueces hasta que al Gobierno le dé la gana. La anulación de las elecciones judiciales no es ningún accidente, evidentemente. Antes bien, responde a un plan tan terrible como eficaz y que debería angustiar a los demócratas de este pobre país.
Pero bueno, sólo quería hacer notar que la última maniobra, utilizar al Tribunal Constitucional de Pando, recurrió a los motivos más nobles que uno pueda imaginarse. En efecto, en la argumentación para esta artimaña jurídica se dijo que el proceso de selección no respetaba los derechos de los pueblos indígenas pandinos. Habría que empezar todo desde cero, ordenan unos jueces sospechosamente preocupados por el bienestar de dichos “pueblos”...
No es la primera vez que el Estado utiliza normas aparentemente buenas con fines oscuros. Así, basta recordar cómo la supuesta norma contra el “racismo” permitió intimidar a los medios.
Hoy, el cuento de darle privilegios a ciertos bolivianos, bajo la excusa de un supuesto origen indígena, vuelve a funcionar como instrumento del poder. ¿O realmente creen que a los jueces o al Ejecutivo le importa mucho el bienestar de los “pueblos indígenas de Pando”?
Los ingenuos dirán que estamos frente al uso equivocado de una norma buena. La razón y el sentido común sugieren, en cambio, que no es posible acabar con cierta (muy subjetiva y con frecuencia imaginaria) discriminación... creando todavía más discriminación. En lo personal, nunca entendí bien el concepto. ¿Seremos una sociedad más igualitaria si nos dividimos en tribus y etnias al infinito? ¿Cada una, además, con sus privilegios y espacios asignados porque sí, sin que importe el mérito individual o el bien común? No puede ser que sólo a mí me parezca una idea absurda.
Columnas de ERNESTO BASCOPÉ