Los gobernantes y el comunismo platónico
Ciertamente, el sueño de Platón, cuando nace la ciudad (polis) —y con ella la política—, es el de los gobernantes filósofos y sabios ancianos. Por las grandes y únicas virtudes que poseen, sólo ellos podrían gestionar los complejos problemas y necesidades de la Polis.
Estas sublimes virtudes, como la justa razón, la sabiduría, la capacidad y fundamentalmente la honestidad, son los requisitos para ser gobernantes. Para Platón, ése era el gobierno ideal: el gobierno de los sabios.
En esa misma época, su discípulo, Aristóteles, al caracterizar y describir sus famosas seis formas de gobierno, también se refirió a los buenos gobernantes. Sostenía que la monarquía (el gobierno de uno) no era una mala forma si el poder recaía en el mejor.
Tampoco el gobierno aristocrático (gobierno de pocos) es malo en sí mismo si esos pocos son los mejores. Aunque mi interpretación sea arbitraria, cuando describió la forma democrática (el gobierno del pueblo a través de sus representantes), apuntó a los mejores representantes.
En ambos casos, los aportes residen en el campo de cómo debe ser la política. Es decir, de “el deber ser”. Todas las contribuciones, en ese sentido, sobre las mejores formas de organización del poder y la política, se ubicarán luego en el campo de la filosofía política.
Ahora, descendiendo de lo ideal a lo real, en un cambio radical, para ver la política como es y no como debería ser, es indispensable acudir al padre de la ciencia política moderna: Nicolás Maquiavelo. Su gran conocimiento sobre la política, que se plasma en su libro El Príncipe, se basa en el profundo conocimiento del hombre como actor central de la lucha por el poder. Podríamos inferir que, para entender y conocer la política, primero se debe conocer al hombre. Cuanto más se conoce al hombre, mejor se entiende la política. Para el florentino, hay una ley universal, invariable en el tiempo, que guía la vida de los hombres, a saber: el interés.
Así, entonces, debido a esa ley universal, el hombre actuará siempre guiado por sus intereses y ambiciones. En ese sentido, se hacen imposibles los sueños de los filósofos mencionados, pues nunca nos acercaríamos a los gobiernos puros. Más bien, tendremos desviaciones perversas de las tres formas buenas de gobierno que planteó Aristóteles. Éstas son: la tiranía, la oligarquía y la demagogia.
La tiranía, en ese sentido, es el gobierno de uno, pero del peor. Vean ustedes como esa condición “del peor” está presente en todas las tiranías que nos ofrece la historia. La presencia de ellos, en tanto gobernantes, ha sido terriblemente funesto y desgraciado.
La oligarquía, por su parte, según la concepción aristotélica, es el gobierno de pocos, pero, en este caso, de los peores. En consonancia con el calificativo, al ver un poco la presencia de ellos en la historia, se puede constatar que también ha sido aciaga.
Ahora bien, la demagogia, como la degeneración de la democracia, sería el gobierno de los representantes, pero de los peores. Y lo que es más grave aún, elegidos por el pueblo.
Pues bien, si vemos la política como verdaderamente es, nunca podríamos soñar con buenos gobernantes. Sobre todo, en Bolivia, donde son elegidos los peores.
Sin embargo, para mejorar en algo nuestra cruda realidad, creo que es imperativo demandar a la clase política, sobre todo a los que se “sacrifican” por el pueblo, los falsos socialistas del siglo XXI, que, en una gran demostración de su vocación de servicio y cariño al pueblo, para habilitarse como candidatos a las elecciones del 2025, renuncien a todos los bienes materiales en un documento notariado para que entren sin nada y salgan sin nada.
Solo así, olvidándose de su patrimonio, podrían no desviarse perversamente como lo hacen del modo más natural. Administrarían escrupulosamente hasta el último centavo de los recursos del Estado. Esto se conoce como el “comunismo platónico”, donde para ser gobernante, hay que renunciar primero a los bienes materiales.
Este sería un gran paso para aspirar y soñar con buenos gobernantes. Parece imposible. Empero, la sociedad civil organizada, en una gran movilización, podría arrancar esto de la execrable clase política.
Columnas de ROLANDO TELLERÍA A.