La democracia boliviana a contratiempo
Vladimir Huarachi
La democracia, en su sentido más simple, no es más que el gobierno del pueblo para el pueblo. Si esta premisa se cumpliera en su totalidad, Bolivia no estaría atravesando la crisis de institucionalidad que actualmente enfrenta, caracterizada por la descalificación, las extralimitaciones basadas en la desautorización del Estado, la ausencia de una política de diálogo y la falta de transparencia.
La crisis institucional que prevalece hoy es el reflejo de la ausencia de credibilidad por parte de la ciudadanía. No se debe a la falta de capacidad de los funcionarios, sino a las estrategias de los políticos que no fomentan la evolución de la democracia en un país en vías de desarrollo. Pero, ¿cómo generar políticas públicas que fortalezcan nuestra democracia y contrarresten la crisis de institucionalidad?
Para responder a esta pregunta, es necesario partir de la modificación de trámites que faciliten procesos más simples y alineados con la evolución cultural de las sociedades dentro del Estado Plurinacional. Se hace referencia a “sociedades” en el sentido de que Bolivia es un país que agrupa diversas sociedades, cada una con sus propias prácticas culturales. Otra vía para acercar la ciudadanía a las instituciones, tanto públicas como privadas, es mediante la mejora en la calidad de la oferta, entendida como una forma de relaciones públicas. Esta debe ser implementada en todas las instituciones, públicas y privadas por igual. Aunque estas modificaciones sean mínimas, son dos componentes cruciales que deben trabajarse con urgencia para que las instituciones del país se conviertan en el motor de un servicio público eficiente y de calidad.
Hablar de extralimitaciones basadas en la desautorización del Estado, en la que se encuentra sumida la democracia boliviana, no es más que la desatención del Estado a la seguridad nacional, reflejada en el descuido de las fronteras, por donde hoy se atrinchera el contrabando que está dañando al país. Esto no es un desconocimiento por parte de los ciudadanos que residen en localidades fronterizas; por el contrario, la negligencia en el cuidado de las fronteras, invadidas por el contrabando, está dando lugar a nuevas organizaciones criminales que atentan contra las fuerzas del orden del Estado. Y no solo eso, sino también contra las reglas mismas de la democracia.
Otro factor que preocupa a la democracia boliviana es la ausencia de una política de diálogo. A lo largo de los años, este factor ha sido objeto de un agrietamiento basado en la polarización entre izquierda y derecha, entre indígenas y urbanistas, entre campo y ciudad, y entre clases sociales. Estos polos han impedido el desarrollo de puntos de convergencia en temas clave relacionados con la estabilidad del país. Aunque se convoquen diálogos y cumbres para abordar problemas urgentes, existen lineamientos políticos que impiden tales encuentros, simplemente por el hecho de pertenecer o responder a un partido político.
Finalmente, desde una perspectiva contemporánea, la falta de transparencia es otro factor que ha estancado la evolución de la democracia a través de la corrupción expuesta. Esta corrupción, que ha sido y sigue siendo un desacierto de magnitud para el desarrollo del país, debe ser combatida no en un solo frente, sino en varios, a través de una administración rigurosa conforme a lo establecido en la Constitución Política del Estado. Además, se debe implementar una estrategia de planificación milimétrica para atender todas las demandas de los sectores sociales, desde la alimentación, pasando por los energéticos, hasta la entrada en el mundo global mediante la exportación de productos transformados.
Por todo lo anterior, la democracia boliviana no es solo el gobierno del pueblo para el pueblo; es un conjunto en el cual las instituciones están interrelacionadas por los ciudadanos. Es decir, al encontrarse en una crisis institucional debido a la descalificación de las mismas, los ciudadanos se han visto inmersos en una situación fuera de norma, lo que ha normalizado las extralimitaciones. En este contexto de anomia social, donde la ausencia de diálogo político entre los ciudadanos y las instituciones del Estado es patente, la corrupción se ha infiltrado aún más. Por tanto, la democracia boliviana, para seguir evolucionando, debe enfrentar de manera urgente estos factores en emergencia.
Columnas de CARLOS DERPIC SALAZAR