Claudia Michel: “Corema está hecho de cuentos que son una búsqueda por encontrar mi manera de decir”
ROBERTO OROPEZA |
Luego de catorce años, Claudia Michel publicará su nuevo libro “Corema” de la mano de la editorial Yerba Mala Cartonera. En esta oportunidad, Michel habla sobre su obra y los procesos que le permitieron materializarla.
“Corema” es el segundo de tres libros que la editorial publicará este año de cara a la Feria Internacional del Libro de La Paz en septiembre.
Han pasado catorce años entre la publicación de tu primer libro y Corema, sin embargo, has estado muy activa en el panorama literario ¿Cómo evalúas este tiempo entre ambas publicaciones?
Fue un tiempo para decidirme a escribir y para asumir plenamente que de la literatura no iba a obtener nada más que solo literatura. También fue un tiempo de decisiones personales que me fueron ligando a la escritura como una actividad cotidiana, a pesar de que debo hacer muchas otras cosas para ganarme la vida y sobrevivir.
Dividir esos dos mundos me ayudó mucho a darle dimensiones reales a la literatura, esto es: lectura y escritura constante.
¿Sientes que tus dos libros pueden dialogar de alguna forma?
Son muy diferentes. De hecho en algún momento le pedí a la editorial que ya no publicara “Juego de ensarte” (no me hizo caso). Me parecía un trabajo muy inicial, que tiene mucho del impulso de esos años, de la energía por publicar y comenzar algo, pero creo que ahora es solo el testigo de esa fuerza, con ese recuerdo quiero quedarme.
“Corema”, por otra parte, está hecho de cuentos a los que me entregué de otra forma, son una búsqueda por encontrar mi manera de decir, cada uno tiene un corazón que le construí a base de lecturas y de la domesticación (imposible) de una intuición literaria, si es que existe tal cosa.
¿Por qué del título? ¿Qué relación guarda con los textos?
Corema es la representación gráfica de espacios geográficos, los signos que ayudan a leer los mapas. Son las señales que muestran dónde están las elevaciones, ríos, etc. El libro es un poco eso, un dar cuenta de sucesos en un paisaje no visible donde pueden percibirse picos, hendiduras, depresiones.
¿Cómo fue el proceso de creación?
Me dediqué por mucho tiempo a coleccionar imágenes mentales. Situaciones que veía en la calle, en viajes, en cosas que escuchaba de los amigos. La mayoría tenían un centro, un elemento que brillaba y podía crecer hasta convertirse en un texto: el gesto de un niño, la sensación que dejaba alguien al irse de un cuarto. Esas cosas pequeñas, muchas ligadas al ambiente, al lugar donde todo ocurría.
De esa colección salieron la mayoría de los cuentos. Luego fueron creciendo, alimentándose. No los dejé dormir mucho tiempo, cuando tenía una de esas imágenes procuraba no tardarme demasiado en escribir, al menos el primer borrador. Estoy segura que muchas ideas se escaparon cuando las dejé guardadas.
También fue un tiempo en el que pude hacer muchos viajes, cortos y largos. Eso me ayudó muchísimo. Cuando uno viaja, siente al regresar, que es imposible contar lo vivido. A la segunda anécdota la gente se aburre, nadie quiere escuchar los viajes de otros. Ese también fue un gran impulso, tal vez el que permitió avanzar y darle más cuerpo a esas ideas iniciales.
Muchos de tus personajes tienen un espíritu irreflexivo o impulsivo. Hasta en cierto punto trágico ¿Estás de acuerdo con eso? ¿Cómo has trabajado ese aspecto?
Me cuesta mucho pensar en lo que escribo después de hacerlo. Partir de una imagen o situación que me parece poderosa, me da un envión que termina en el cuento, a veces bien y a veces mal. No sé si los personajes son irreflexivos, no me puse esa premisa, sólo quería serle fiel a esa sensación del principio que me parecía era la médula de lo que quería decir. Puede ser que en ese intento caprichoso, surjan igualmente personajes que están dominados por sus impulsos, en todo caso creo que ellos también obedecen a una fuerza más poderosa que los domina, eso me gusta.
Igualmente las relaciones de pareja parecen ser un común denominador en varios cuentos, ¿qué papel juegan las relaciones en el imaginario de “Corema”?
Si hay una fórmula para la desgracia, esa es la pareja humana. En todas sus variantes. No ayuda la cultura ni todo lo que Televisa nos ha dejado dentro, en cuanto a cómo vincularnos con el otro. En ese sentido, es un terreno lleno de nutrientes para la producción literaria.
Otra vez no se trata de un tema que haya elegido de forma premeditada, sino que surgió como pretexto para contar una imagen.
¿Qué haces cuando no escribes?
Todo lo demás que se necesita para vivir. Trabajar y cuidar de otros, básicamente. Lo bueno es que la mayoría de estas cosas se pueden hacer leyendo o con pausas de lectura. También me gusta ver videos de atletas olímpicos, algo que nunca podría hacer.
¿Cuáles son tus planes en un futuro próximo?
No tengo demasiados planes literarios. Hay una posibilidad de publicación de un libro de cuentos para el 2022, pero aún es pronto para confirmarla. Ojalá no pase como con los deseos, que cuando se dicen no se cumplen.
¿Por qué publicar en Yerba Mala?
Siempre me gustaron las editoriales cartoneras, por la forma y la postura ante un sistema editorial tan imposible como el que hay en Bolivia.
De hecho en algún momento yo fui parte de Yerba Mala. Desde mi alejamiento el 2013, por motivos familiares, seguí de cerca sus acciones. Ya como autora entiendo que la decisión de publicar en una editorial u otra no es casual, responde a muchos factores. En mi caso es el lugar y las personas correctas a quienes confiarles mi trabajo, que podrán valorarlo en su justa medida, e invitar a los lectores a que hagan lo mismo.
PUBLICACIONES Y PREMIOS
Textos suyos han sido parte de las antologías: “Las Adelas” (Yerba Mala Cartonera 2008), “F/22” (La Ubre Amarga, Bolivia 2011) y “Pero mis brazos insisten en abrazar el mundo” (Tata Danzanti 2020).
El 2018 ganó el concurso de dramaturgia del municipio de Cochabamba con la obra Paralelo 23º. El mismo año obtuvo el premio Eduardo Abaroa en la categoría libro de cuentos con “Cambio de rasante”.
Su cuento “Cinco minutos recibió” el 2do lugar en el premio Franz Tamayo 2020.