CARTUCHOS DE HARINA
Voy a ensayar aquí un coctelito trepador entre Maquiavelo y los choques del Gobierno y la Central Obrera Boliviana (COB), que todavía son meros empujones de amigotes desencontrados por Enatex. Nada aún que inspire broncas cinematográficas o mayor conmoción. Quién sabe Maquiavelo ayude a ver si hay algo más allá de estos altercados de camerino de fútbol.
Ya se puede leer la demanda de Chile por el Silala, en Internet. Y si nos atenemos a los jefes de la reacción dura en asuntos políticos internos (para disfrazar sus fracasos), bastará ver pasar las aguas del Silala. Todo estaría dicho respecto al éxito nacional ante la demanda chilena.
Pensaba escribir una sentida proclama a favor de las libertades públicas, pero hay muchos postulantes en la cola de los que desafían al ministro Quintana (JRQ). Es que la medicina del miedo no es del todo efectiva. Si lo fuera, los herederos de Gengis Kan seguirían gobernando el mundo (Zavaleta casi dixit).
En la investigación parlamentaria de los contratos de la Camce, el Gobierno y la oposición (más vociferante cuando se trata de pegarle sólo al MAS) tuvieron el tacto de no pisar (mucho) los callos de la China. No se vio, por ejemplo, desfilar a ningún gerente chino –la exgerente boliviana está presa– de Camce. Quién sabe nada podían agregar o no había intérpretes, como cuando fue Félix Patzi. Los chinos no están para macanas, como entretener al público nacional.
Félix Patzi, gobernador de La Paz, fue a prestar declaración a la comisión legislativa que indaga los contratos que la empresa china Camce se adjudicó con gran fortuna. No sé si Camce sea el ejemplo de cómo el régimen tratará a la inversión extranjera en adelante, pero por algún lado hay que empezar, así sea chapuceramente, habrán dicho los responsables del Estado en su momento. Fregándola se aprende.
No, ni los más protervos oficialistas (ni los fachos) imaginarían ahora y aquí, por ejemplo, hacerle algo como el título de esta columna a un jesuita. Menos por las filípicas que Albó se despachó a los “taitas” del MAS, cual obispo medieval aunque sin mitra ni indumentaria.
No hay que ser muy dotado para inferir por qué el Silala resucita justo ahora, pero me sabe a cliché reducirlo a la urgencia del MAS de ahuyentar los oprobios que devela el “Zapatismo” local. El Silala también muestra cómo Evo ve a Chile hoy.
Después del 23 de marzo, Evo habló –ufano– del posible retiro chileno del Pacto de Bogotá, casi anticipando (jorobándome) una de las hipótesis de este artículo. Como su amigo Insulza descartó una negociación (¡ya!), el Gobierno sondea en el Silala un “éxito” magro.
Me detuve en nuestros liberales por un añejo folleto que me llegó: Convención liberal de 1938, con discurso de su jefe, Alcides Arguedas, honrando el “respeto a las opiniones, respeto a la libertad”, y condenando “las (revoluciones) que verifica la autoridad contra las instituciones, que denominamos tiranías.” Las mismitas frases de los liberales hoy. Y pensé que al liberalismo nacional le falta un programa afirmativo, que esboce lo que hay por hacer, no solo lo que no debe hacerse (“no hostigar a la prensa; no espantar inversiones”).
E l melodrama está muy a gusto instalado en nuestra política. Nada se concibe –por ejemplo en el Gobierno– sin pensar en una audiencia impresionable o en la forzada presencia de ánimo del galán de la novela, sea el Presidente u otro el intérprete de turno. Todos van pendientes del golpe emotivo, de la sinuosidad de la trama y del inminente desenlace de cada capítulo, al final inocuo. El melodrama devora a la política, como Percy Fernández da fin a una marraqueta.