
BAJO EL MOLLE
¿Qué estamos haciendo mal? Algo sucede en Cochabamba y cada cual tiene su propia versión del drama. Algunos creen que volcando la mirada todo desaparece, otros buscan una y otra respuesta, pero nadie tiene certeza. Ni siquiera se puede decir si las cifras “oficiales” muestran realmente lo que se tiene en realidad.
Ya sabemos que los hospitales colapsaron al igual que la morgue. Sabemos que hay más de mil pruebas esperando ser procesadas en el laboratorio, pero todo esto parece ser sólo la punta del iceberg.
¿Qué pecado hemos cometido los cochabambinos para tener las autoridades que tenemos? Hace unos días llamé a un amigo que enfermó con coronavirus. Apenas podía terminar la oración sin toser, su voz ronca y de malestar me dejó con la impotencia de no saber cómo ayudarlo.
Nunca imaginé ser testigo en primera persona del declive de la prensa escrita boliviana. Nombres de grandes como Los Tiempos, La Razón o El Deber hoy enfrentan lo que podría ser el final de los “diarios” y una revolución anticipada y obligada a la era digital. El problema es que ni los más preparados para ello se salvaron de hacer “ajustes de personal” y la herida es más grande para unos que para otros, pero herida al final.
¿Cenizas?, ¿un peligro?, ¿qué somos? En estas últimas dos semanas escribí varias notas sobre las personas fallecidas por coronavirus o con sospecha. Pero ahora la muerte adquirió un nuevo sentido para mí y quizá para todos los que perdieron a un ser amado por esta enfermedad.
Nunca tuve un temor a la muerte y no fue un tema tabú para mí. Asistí a velorios para acompañar a personas que quiero y perdieron a alguien y también lloré por la muerte de algún familiar, pero hoy eso no se puede hacer.
El coronavirus fue una sorpresa para el mundo, pero llegó a Bolivia luego de mostrar lo que puede hacer en otros países. Vimos a China paralizarse, las calles de Italia vacías, los estadios de España, y de otros países, sin fútbol. Fuimos espectadores de una película de suspenso cuyos hechos reales nos llevaban a la conclusión que su arribo a América era inminente y también las ciudades que se verían más afectadas, pero ¿qué hicimos como país?
Cada día vemos las cifras que aumentan. Autoridades de todos los departamentos salen a decir listas de datos como si se tratasen de objetos sin valor, sin vida y sin historia. Siempre pensé que cuando algo supera los 10 se pierde el sentido de la vida.
Qué mala suerte que tenemos en Cochabamba para las autoridades municipales. Cuando pensamos que no se puede superar la mala gestión anterior, los electos nos sorprenden y resulta que sí se puede superar. En esta oportunidad no sólo me refiero a los alcaldes que llenaron los noticieros con las múltiples denuncias en su contra, sino también a algunos concejales y funcionarios quienes, al parecer, entran a la alcaldía a llenar sus bolsillos en lugar de servir.
A unas horas de que la gente salga como gacelas en una selva de asfalto y edificios es inevitable preguntarse: y ahora ¿cómo será todo? ¿Cómo será la nueva “normalidad”? Nunca volveremos a lo que éramos hace tres meses, nunca.
Cochabamba, como ninguna otra ciudad del mundo, se ha dado el “lujo” de tener cerros de basura en las calles en medio de la emergencia del coronavirus. Y es que el relleno sanitario de K’ara K’ara se ha convertido en la mejor arma de protesta para quienes tienen demandas en esta ciudad, y todo a consecuencia de eternas prebendas políticas.
Su foto sigue colgada en las instituciones públicas, algunos hoteles y restaurantes. Evo Morales, para muchos de los habitantes del trópico, no se ha ido. Sigue presente en las conversaciones y en el recuerdo de la que consideran que fue una Bolivia mejor que la actual.
El trópico de Cochabamba, conocido políticamente por ser el bastión del MAS, reconoce que fue mimado y hoy se siente castigado por el Gobierno transitorio; además enfrentan el coronavirus.