El tambalear del periodismo impreso
Nunca imaginé ser testigo en primera persona del declive de la prensa escrita boliviana. Nombres de grandes como Los Tiempos, La Razón o El Deber hoy enfrentan lo que podría ser el final de los “diarios” y una revolución anticipada y obligada a la era digital. El problema es que ni los más preparados para ello se salvaron de hacer “ajustes de personal” y la herida es más grande para unos que para otros, pero herida al final.
Hace años que ya se veían despidos masivos en varios medios de prensa escrita. La reducción paulatina de las ventas, de los anuncios clasificados y de la publicidad de empresas comenzaron a generar problemas en los balances mensuales.
El tema de la restricción de los anuncios estatales y la asfixia económica que el anterior Gobierno ejerció sobre algunos medios es también otro punto muy importante en la lista de problemas de los medios escritos. No sólo significaba que el Estado dejó de poner publicidad en algunos medios, sino que llegaba Impuestos a hacer auditorías cuando se publicaba algo fuerte contra la administración central.
Hace dos años hubo ajustes en Los Tiempos, poco antes, en El Deber, y vi irse a personas que dedicaron su vida a la empresa, ya no eran considerados igual de productivos. Pensé que estaba presenciando uno de los peores momentos de la prensa escrita y la idea de lo digital estaba en la mesa, pero no imaginé que algo peor podía llegar.
A todos los problemas que ya mencioné, se sumó la caída de las ventas por los conflictos poselectorales de octubre y noviembre. La gente estaba al tanto de las noticias, pero por Internet, el periódico sobraba para muchos.
Yo aún guardo un par de ejemplares del día de la renuncia de Evo Morales, porque para mí eso es historia. Y tiene un sabor especial tenerlo en la edición escrita impresa.
La pandemia del coronavirus fue el tiro de gracia. Comenzaron las reducciones salariales en Correo del Sur, los anuncios de ajustes en La Razón y se generaba un hilo frío en el cuerpo, porque sabíamos que no tardaría en llegar. Opinión ya pasó por un proceso bastante duro poco antes de la pandemia y eso también generó un temblor en el alma de los que escribimos para informar.
Y llegó, los ajustes comenzaron a aplicarse en Los Tiempos y, con mucho dolor, vi a colegas que estimo mucho como personas y profesionales, tener que buscar otros rumbos. Luego, se pronunció el sindicato de trabajadores de El Deber; otro balde de agua fría, pues además son los que más invirtieron para lograr su convergencia digital y no queda lejos de esto Página Siete. Además del cierre de El Día, de Santa Cruz.
Nadie estaba preparado para esto. Tengo 28 años, no me considero demasiado mayor, pero sí me gustan algunas cosas a la antigua.
El olor del papel periódico, que se me pinten los dedos con la tinta cuando paso las páginas, ver el diseño impreso, las infografías, las fotos; me resulta alucinante. Aún voy a las coberturas con mi libreta y lapicero; y veo a otros colegas que anotan todo en el teléfono con una velocidad asombrosa, yo soy incapaz de ello o creo que tampoco quiero hacerlo así.
Cuando estaba en la universidad deseaba trabajar en el medio impreso más grande de Cochabamba y uno de los más importantes del país. Se cumplió y ahora veo con tristeza lo fácil que tambalean años de esfuerzo.
La situación está difícil para todos. Los periodistas de radio y televisión también la tienen cruda, pero en el tema del papel, quizá estemos ante un cambio de era.
¿Cuántos de los medios impresos podrán seguir sosteniendo una edición diaria cuando esto pase? Muchos hablan de ser semanarios y dedicar mayor esfuerzo a las páginas web y redes sociales, pero creo que emocionalmente aún no estoy lista para esa conversión.
Y más allá de los ajustes de personal que haga cualquier empresa de cualquier rubro, hay algo que debe prevalecer y son los derechos laborales. A través de esta columna expreso mi solidaridad con tanta gente que se queda sin trabajo o sufre reducciones de sueldo. Y con mi corazón de periodista de papel espero mejores días para todos los colegas que cada día tratamos de contar historias a través de las letras impresas.
La autora es periodista
Columnas de LORENA AMURRIO MONTES