
VUELTA
Los políticos miran los resultados de las encuestas según sus presentimientos o intereses, y por eso en la mayoría de los casos las cuestionan. Si un estudio dice que la gente quiere un candidato nuevo, los viejos reclaman.
Si en la lista de “nuevos” no incluye “mi nombre”, entonces está manipulada para favorecer a otros. Total, que, a fin de cuentas, ninguno de ellos está de acuerdo con nada y es normal porque a nadie le gusta quedar fuera de la foto antes de tiempo.
La oposición, es decir Comunidad Ciudadana, Creemos y organizaciones menores han desaparecido de la política nacional, junto a sus líderes. Es paradójico, pero incluso en la Asamblea Legislativa Plurinacional, que debería ser el escenario natural para exponer las discrepancias con el Gobierno, no se escuchan voces de peso y mucho menos una “narrativa” —el término está de moda— que refleje no sólo la posición actual de los opositores, sino sobre todo algo sobre su visión futura.
¿Cuál de los Gobiernos es más corrupto? ¿Cuál de los Gobiernos tiene más ministros destituidos y encarcelados? ¿Cuál de los dos presidentes esperó hasta el límite antes de pedir a uno de sus colaboradores que deje el cargo ante lo aplastante de las evidencias? “Esto no es nada, hay mucho más”, dice uno de los competidores en la guerra de los inescrupulosos. Pero no denuncia de inmediato, sólo mide, calcula el desgaste del otro, planifica el momento del siguiente golpe, del titular demoledor, de la fotografía filtrada, del ebrio o el ladrón, del extorsionador o el sinvergüenza.
El futuro de la democracia boliviana depende de los desilusionados, los apáticos y los que se sienten cada vez más lejos de la política. Si uno lee con detenimiento los resultados de diversos estudios y encuestas recientes puede advertir que casi la mitad de la población no tiene expectativas sobre ningún líder y/o partido, y tampoco identifica una posible alternativa para las elecciones de 2025. Es más, si el voto no fuera obligatorio, posiblemente quedaría solamente en el campo de los que hoy expresan algún tipo de preferencia.
En menos de 48 horas el gobierno dio algunas señales curiosas. No se puede decir alentadoras, porque las cosas cambian de un día para el otro, pero hay que apuntarlas.
Que el ministro de Justicia haya abierto la posibilidad de lograr un nuevo consenso para la reforma de la justicia con las fuerzas de oposición, no deja de sonar bien. Que se haya suspendido la convocatoria a los postulantes, también es un paso interesante.
Cuando alguien elude responsabilidad sobre algo y se la pasa alegremente a otro, vulgarmente se dice que le echó la culpa al muerto. Y hay “muertos” útiles para todos los temas, salvo para aquellos en los que ya es imposible que alguien se trague un sapo con dimensiones de fábula.
Lo anterior viene a cuento a raíz de las declaraciones del reaparecido vocero gubernamental, quien sin ruborizarse dijo que la crisis económica es un invento de la derecha nada menos que para “acortar el mandato del presidente”.
La semana pasada, el presidente dijo que Bolivia iba a decepcionar nuevamente a los organismos internacionales, porque el crecimiento del PIB iba a superar los desalentadores pronósticos del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional. Arce se atrevió a reafirmar que el crecimiento para el 2023 llegará al 4,7% proyectado en el presupuesto del Estado.
A fines de diciembre de 2010, el gobierno del entonces presidente Evo Morales aprobó un decreto que disponía la eliminación de la mayoría de los subsidios al combustible, con incrementos de 82% en el precio del diésel y del 72% en la gasolina.
La historia los unió accidentalmente y ahora los separa. Después de varios experimentos, violentos y fallidos, Álvaro García Linera buscó en la academia y los medios de comunicación el espacio para cambiar su imagen pública. De integrante del grupo terrorista que asaltó e intentó consumar algunos atentados en la década de los 90, transitó hacia la docencia en la UMSA y la opinión temporal en el espacio que dejó libre Carlos Mesa en los noticieros de PAT.
En lugar de generar certidumbre y recuperar la confianza de la gente, el Gobierno se ha enfrascado en un duelo verbal con el expresidente Evo Morales sobre quién sabe más de economía. Lo bueno de esa disputa es que finalmente el ministro Marcelo Montenegro dijo una verdad que otros dijeron antes: las gestiones de Morales dejaron factura y una monumental mentira: que vivíamos sobre un mar de gas.