
VUELTA
¿Tiene algún sentido continuar presionando o asfixiando a los medios de comunicación independientes y fabricando procesos en contra de periodistas?
Para ciertos personajes del Gobierno parece que ésta es una tarea urgente, tal vez porque necesitan ganar puntos en la estima de alguna autoridad e incluso del propio Presidente.
Desmitificar la hoja de coca se ha convertido en una tarea indispensable para todos. Si alguna vez el arbusto fue sagrado es algo que se pierde en la noche de los tiempos y que ahora suena más a pretexto que a respeto por los ancestros.
Hoy es sólo un negocio: legal cuando se trata del uso tradicional - la menor parte - e ilegal cuando se destina al narcotráfico -la mayor parte-. La guerra por ambos mercados provoca violencia, muertes y desolación.
Más que una pelea por la fecha en que debe realizarse el Censo Nacional de Población y Vivienda, la pulseta que libran cívicos cruceños y el Gobierno tiene otras connotaciones, que podrían incluso involucrar el principio de un cambio en la correlación de fuerzas políticas en esa región.
De expresidente y líder del MAS, Evo Morales se ha convertido en un eficiente organizador de eventos. En días más inaugurará un torneo internacional de fútbol en el Chapare al que asistirán equipos seguramente alternos de clubes argentinos y bolivianos.
Un estudio encargado por la fundación Friedrich Ebert Stiftung revela por lo menos dos tendencias importantes en la percepción de más de un centenar de líderes de opinión de diferentes sectores: que la preocupación por el futuro de la economía boliviana es cada vez mayor y que la crisis de confianza institucional golpea a unos más que a otros, pero nadie se salva de la sospecha.
Para el Gobierno la teoría del golpe inexistente dejó de ser una narrativa de justificación para perseguir opositores y teñir de heroísmo la huida de Evo Morales en 2019, y se convirtió en una suerte de extintor que le permite apagar los incendios que aparecen en un camino que se va haciendo más complejo.
A los masistas de la época de Evo Morales les encantaba levantar el puño izquierdo y llevarse la mano derecha al corazón. Así, no sólo se identificaban con los revolucionarios de la década de los 60, sino que además añadían un toque local producto de la imaginación de su “jefazo”.
El manejo de la economía es una de las principales razones por las que el presidente Luis Arce mantiene niveles de aprobación por encima del 50% luego de más de un año de gestión.
En la visión de corto plazo del boliviano, acostumbrado a administrar la incertidumbre, las cosas están nomás bien o, por lo menos, mucho mejor que en los países vecinos y eso influye en la calificación presidencial.
Hace tiempo que la derecha dejó de existir en Bolivia. Sin propuestas e incapaz de sacudirse los prejuicios conservadores sobre temas como el aborto, las reivindicaciones del movimiento LGBT, los derechos de las mujeres y tímida con relación a las emergencias del medio ambiente se quedó sin ningún atractivo para la nueva generación de electores.
En Bolivia, la derecha no se define por una propuesta, sino por un esfuerzo poco sistemático y hasta gracioso de diferenciación con la izquierda.
El presidente Luis Arce está a punto de perder el mando de la gestión gubernamental y corre el riesgo evidente de convertirse en un mero administrador que actúa bajo las órdenes del ahora llamado comandante Evo Morales. Ya no el protagonista central, sino en personaje de una película dirigida por otro.