
VUELTA
Cuando el río político suena es que trae piedras más grandes de las que se cree. Que el Presidente se haya visto obligado a difundir un “frío” comunicado para ratificar su lealtad a Evo Morales dice mucho del momento “intenso” por el que pasa el partido de gobierno.
Un sondeo entre líderes de opinión de distintos sectores, realizado para la fundación Friedrich Ebert Stiftung entre febrero y marzo de este año, permite aproximarse a la radiografía de un país lamentablemente polarizado que se mueve, como casi siempre, entre el fatalismo y un optimismo muy moderado.
El MAS no parece muy incómodo por las tensiones internas. En realidad las diferencias entre facciones no representan una fractura, como algunos se apresuran a especular, sino que son el resultado de una nueva dinámica que excluye ya la figura del caudillo como eje de articulación principal. Evo Morales no es más el factor de la unidad, ni la figura imprescindible para los procesos electorales y eso cambia radicalmente el futuro partidario.
Y al final resultó que Estados Unidos tenía razón. Mientras afirmaba lo contrario y acusaba a occidente de sembrar información falsa y alarmista, Putin preparaba la invasión de Ucrania. No se trataba solo de reconocer la independencia de territorios separatistas como Donestsk y Luhansk, sino de llegar hasta Kiev seguramente con el propósito de descabezar al actual gobierno democrático e imponer un régimen transitorio militar que responda a los intereses de Moscú.
El principal obstáculo para el desarrollo de Bolivia es la polarización. En un país donde los gobernantes discriminan a los gobernados que no son de su línea y donde los gobernados no creen en nada de lo que diga el gobierno las posibilidades de “salir adelante” –como reza el principal eslogan gubernamental– son prácticamente nulas.
Oposición es una palabra que ya no se pronuncia mucho en Bolivia entre otras cosas porque desde hace algún tiempo no se sabe de su existencia. En otras épocas, cuando la democracia daba sus primeros pasos y también después, los opositores eran un factor de equilibrio no sólo en el Congreso, sino en otros espacios de debate, como los medios de comunicación principalmente y alguna que otra charla de café, donde al menos se ventilaban algunas ideas interesantes.
Evo Morales tiene razón cuando afirma que durante más de dos décadas la DEA estadounidense lo siguió de cerca, pero nunca le encontró nada que pudiera ser prueba suficiente para incriminarlo por narcotráfico. Es más, se sabe que cuando era dirigente cocalero y realizaba viajes frecuentes a diferentes partes del mundo solo llevaba equipaje de mano, para evitar ser víctima de alguna “siembra” que finalmente lo pusiera contra las cuerdas.
En poco más de una semana, tres hechos marcaron de manera terrible el complejo momento ético por el que atraviesa el país. No es que antes, en otras épocas, no hayan existido razones para sentir rabia o vergüenza, pero a veces las cosas llegan a extremos tales que las convierten en referencias determinantes, en símbolos de una decadencia moral profunda.
Los discursos oficiales y los actos con motivo del aniversario del Estado Plurinacional dejaron varias reflexiones. En primer lugar, se confirmó la decisión presidencial de no hacer cambios en su equipo de colaboradores directos y de promover más bien la unidad de su gobierno y los movimientos sociales para reconducir el “proceso de cambio”.