¿Qué se esconde detrás de la gordofobia?
La crisis sanitaria y el confinamiento han sacado aún más a la luz el rechazo hacia las personas con obesidad o sobrepeso. Para conocer el estado de la cuestión, basta con teclear en Google "chistes sobre gordos", hacer clic y esperar el resultado: más de 7 millones de resultados en castellano y 118 millones de entradas si se hace en inglés (“jokes about fat”). Lo cierto es que hemos sido víctimas o testigos de ello desde la niñez y continuamos siéndolo en la adultez ¿Hasta qué punto pueden los estándares de belleza “enfermar” y afectar las relaciones entre personas? Hoy hablamos de la gordofobia.
La psicóloga y académica Cristina Rubín de Celis afirma que la gordofobia es el sentimiento de repulsión —dentro de un sesgo de discriminación— a las personas con obesidad o con sobrepeso, minusvalorizándola por la apariencia física voluminosa. “Rechazan y reprueban las figuras voluptuosas con gestos, miradas y palabras. Su presencia les molesta”, agrega.
Señala que, según estudios realizados, la mayoría de la población que padece gordofobia son mujeres, ya que en ellas se genera más la tendencia a la aceptación estética. Aclara que la obesofobia es el temor a ser obeso o a ser gordo, concepto totalmente diferente a la gordofobia.
¿POR QUÉ “CAE MAL” TODO AQUELLO QUE “DESBORDA” LOS ESTÁNDARES DE BELLEZA?
Rubín de Celis contextualiza que, hace un siglo, tener sobrepeso era signo de abundancia. Menciona que distintos artistas como Botero eligieron a sus musas con sobrepeso, para que se pueda apreciar la belleza desde la abundancia. “Transcurrieron los años y esta idea de voluptuosidad relacionada a la abundancia cambió radicalmente para sumergir a la belleza dentro de estándares de delgadez”, añade. Actualmente, la moda cambió un poco con la apreciación de la estética “fitness”, marcando el cuerpo de musculatura, lo cual refleja imagen de estar y ser saludable.
La psicoterapeuta manifiesta que en esta cuarentena se ha dado importancia al cuidado del peso con buena alimentación (dietas), se ha comercializado todo tipo de productos reductores y se hacen memes, mejor dicho “bromas”, dirigidas a la gordura, ya que se sigue considerando algo malo estar con sobrepeso o ser gordo. “Dentro de los conceptos sociales, se asocia y asume que la gordura es sinónimo de descuido, descontrol, pereza, lentitud, flojera, sedentarismo, caos y dependencia. Por lo que decir ‘gordo’ o ‘gorda’ se reduce a todos esos conceptos”, destaca.
Expone que “cae mal” todo aquello que desborda los estándares de belleza universal porque, económicamente hablando, no genera el mismo consumismo como las personas que tienen las tallas estándar. Apunta que la mayoría de la industria relacionada a la moda (ropa) limita su producción a la talla L, cuando en realidad existe una mayor población con obesidad. “La persona con sobrepeso o con obesidad no puede insertarse a todos los campos de la sociedad sin ser estigmatizada. Muchas veces no puede acceder a asientos en restaurantes, aviones, teatro, cine y un sinfín de situaciones que marcan estilos de vida que discriminan y desvalorizan al ser humano en su esencia, por su figura”, resalta.
Hace unos años, un sociólogo de la Universidad de la Sorbona (París) desveló al diario The New York Times los resultados de un estudio, según el cual, en Francia, un hombre gordo tiene tres veces menos de probabilidades de encontrar empleo que otro con su mismo currículo que esté en su peso.
EFECTOS QUE RECAEN SOBRE LA AUTOESTIMA
Rubín de Celis enfatiza que esta realidad afecta “demasiado” a aquellas personas que, por su peso en la báscula, se enfrentan con una sociedad gordófoba. Asevera que esta sociedad limita la aceptación de uno mismo, encasillando dentro de palabras a las personas y utilizando esas características físicas para marcar o para ridiculizar e insultar.
“La persona que tiene unos kilos de más comienza a tener baja autoestima desde que escucha que le llamen gordo o gorda. Siente que no es aceptado, que es rechazado, que su imagen corporal será menospreciada, que su valor como persona está por debajo de una persona esbelta y sabe que no encajará”, detalla. Añade además que esta persona será víctima de recomendaciones, consejos de dietas y médicos y sufrirá con estigmas que la sociedad ha generado con la moda. Incluso le robará el sueño, ya que buscará alternativas para dejar de sentirse culpable y responsable del cambio que tiene que tener su cuerpo para dejar de ser discriminada. “La persona que tiene kilos de más no eligió ser robusta, rellena, ‘gordibuena’, ‘curvy’ o como se disfrace el nombre para no decir gorda. Tal vez siempre lo fue y no es malo. Pero la sociedad ejerce presión sobre esta condición de que se juzgue e inferiorice a los que no son esbeltos”, remarca.
La experta explica además que, en su mayoría, las personas que sufren discriminación por tener sobre peso padecen ansiedad, agorafobia y depresión.
HABLAR DE GORDOFOBIA ES HABLAR DE DISCRIMINACIÓN
Así lo afirma Rubín de Celis, ya que es una forma de establecer prejuicios sobre la imagen corporal de una o varias personas que tienen algunos kilos de más u obesidad.
Indica que actualmente hay movimientos de personas con sobrepeso, haciendo un llamado de aceptación y concientización en la sociedad e “influencers” que demuestran que la imagen corporal no lo es todo. “Son inspiración para muchas personas a nivel mundial para sobrellevar la obesidad, para subir el autoestima y para generar en ellos la aceptación y respeto que deben tener hacia sus cuerpos”, añade. Menciona a Megan Jayne en Estados Unidos, cuenta también que, en Argentina, la diseñadora de modas Mar Tarres ha creado una línea de ropa para personas con sobrepeso (para todas las edades) y ha realizado talleres promoviendo el respeto hacia ellas.
Por otra parte, hay muchas personas que, al menos en público, no parecen estar en absoluto preocupadas por haber engordado, sino que se muestran encantadas hasta el extremo de fotografiarse en redes sociales devorando hamburguesas dobles con queso. En esta línea se alza el fuerte activismo por la diversidad de peso que recorre Estados Unidos, con Marilyn Wann a la cabeza. Esta escritora, que pesa 129 kilos, destaca que la mala imagen de los gordos en América es equiparable al racismo y a la homofobia. En su libro “Fat! So?” (“¡Gorda! ¿Y qué?”, en español), reivindica sin tapujos: "Para mí 'gorda' es una palabra neutral. Decir 'sobrepeso' ya denota connotaciones negativas y prejuicios. Y la obesidad es un término clínico para tratarnos como a enfermos. Yo quiero que se me llame gorda. Yo soy gorda".
¿CÓMO PODEMOS COMBATIRLA?
Rubín de Celis aconseja que para hacer frente a la gordofobia, lo primero es ser empáticos. Reflexiona que la persona obesa o con sobrepeso ha tenido que atravesar mucha ansiedad e incomodidad en el transcurso de su vida, socialmente tuvo o tiene que atravesar miradas, comentarios, burlas, molestia al buscar ropa, subir a un bus, taxi, avión y escuchar comentarios hirientes, sin pensar en el “bullying” por parte de sus pares.
“Es una realidad que debe ser concientizada en la sociedad para evitar trastornos destructivos en las personas que padecen de gordofobia. Es difícil amarse cuando todo el entorno, con su discurso crítico negativo, pretende que lo hagas. Estas críticas aparecen en la familia, en el colegio, en el grupo social, en la calle y en los medios de comunicación. Tratemos a los demás como quisiéramos ser tratados”, enfatiza la especialista.
Para la psicóloga, pensar en la cultura de la dieta para no verse gordo es un error. Si los jóvenes quieren mantenerse esbeltos con tonicidad muscular firme y fuerte, que lo hagan por bienestar y no pensando en no ser gordo, apunta.
Por otra parte, subraya que es fundamental enseñar a la sociedad gordófoba a respetar a las personas con sobrepeso. La especialista reitera que se invade y daña la integridad de las personas con opiniones, consejos y críticas que nadie pidió ni autorizó. “Creer tener derecho a brindarlos y hacerlos contribuirá a continuar con una sociedad discriminadora”, asegura. Situación que es diferente y que no ocurre con las personas esbeltas que son libres de intromisión sobre su imagen corporal. “Dejemos de acosar socialmente. Aprendamos a aceptar y a aceptarnos”, refuerza.
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ACTIVISMO QUE GANA FUERZA
Hablar de gordofobia es hacerlo de una sociedad que humilla, invisibiliza, maltrata, ridiculiza, excluye y violenta a un grupo de personas por el hecho de tener una determinada característica física: la gordura. Así lo relata Magdalena Piñeyro, autora de “Diez gritos contra la gordofobia”, un libro que denuncia la discriminación a la que somete la sociedad a las personas gordas, o más que una discriminación es una “opresión que es omnipresente: ocupa todos los espacios todo el tiempo”.
Piñeyro, en conversación con el diario español La Vanguardia, explica cómo hace unos años hablando con otras personas gordas vio que todas compartían los mismos sentimientos de dolor, un dolor silenciado. Que era la sociedad la que depositaba en ellos una mirada de desprecio e invisibilidad proyectando una carga de culpa. Este hilo común, les hizo ver que éste no era un “problema personal”, sino una “cuestión política” que había que convertir. Nació entonces la iniciativa Stop Gordofobia.
La plataforma fue creada inicialmente como una herramienta para buscar y unir a personas gordas y tomar conciencia de una discriminación tan extendida como poco denunciada. La iniciativa creció inmediatamente y hoy cuenta con más de 90 mil seguidores en Facebook. Mujeres y hombres aunque la discriminación pesa más sobre ellas.
Piñeyro, licenciada en Filosofía y máster en Estudios de Género e Igualdad, cuenta en su libro cómo estuvo casi 30 años callada, habitando su cuerpo “llena de dolor” muchos años con el pensamiento recurrente antes de ir a dormir sobre qué iba hacer al despertar para adelgazar. Un pensamiento constante basado “en el deseo de ser otra, la posibilidad de habitar otro cuerpo”. Sintiéndose culpable de que la discriminaran y “responsable” de tener que cambiar.
El segundo grito (capítulo) del libro de esta migrante uruguaya titula “Nuestra autoestima no es una cuestión de actitud” y denuncia el peligro de “poner el foco en la persona oprimida y no en la estructura de opresión”. La autora explica que esta opresión hace mella en la autoestima y opera desde la “inferiorización” de las personas gordas. Al asumir la culpa, se buscan maneras individuales de ponerle solución, una apuesta que no lleva a ninguna parte, ya que el problema es social.
Los gritos que lanza la autora buscan un mensaje de liberación para las personas gordas, y la para que la sociedad entienda unas cuantas cosas. Sí, somos gordas y no es ningún insulto, escribe. Habla de unirse en una “alianza gorda”, de no esconder el cuerpo. Con un poema cierra su narración, un poema que invita a reflexionar a todas las personas gordas. “Y yo no quiero llegar al final de mi vida abrazada al deseo de haber sido otra”.