Estúpidos hombres blancos
A sí, sin pena ni vergüenza, las ovejas han elegido al lobo para que los proteja. No es el de Wall Street, ese que, a sangre fría, corre la bolsa y hace añicos los indicadores bursátiles. Es alguien peor. Es el nuevo enviado a la Casa Blanca para “reorbitar” The American Life, perdida, según el flamante justiciero, durante los ocho años que duró el mandato del presidente Barack Obama.
Es más letal, porque pasará de las amenazas más despiadadas y descabelladas a la acción inmediata.
Y comenzará por el frente más débil, disperso y desprotegido: los inmigrantes. Este tema le servirá de punta de lanza para reafirmar su promesa de “reencausar” el futuro estadounidense.
La comunidad inmigrante siempre fue carne de cañón político fácil de digerir, carnada apetecida por la retórica de los que hacen creer que son causa de todo mal y toda desgracia.
En tono alto o bajo, siempre estuvo en la lengua Demócrata y Republicana como titular principal para ganar votos y orgasmos racistas y excluyentes. Con este discurso primordial: Bush (padre e hijo), Obama, y ahora Trump, influyeron con fuerza en el voto blanco, negro e incluso latino.
El 18 por ciento de los hispanos votó por Donald Trump. ¿Cómo se entiende esta terrible paradoja? Desde mi punto de vista hay un par de explicaciones razonables.
El voto latino, si bien no es determinante, como se ha comprobado científicamente en estas elecciones, es uno de los más volátiles y dispersos, carente de convicción y de unanimidad. Acaso porque la esencia del latino es así. Está atada a una heterogeneidad social, a una cultura diversa y, por ende, a distintas formas de interpretar su contexto en territorio ajeno. Es informal, caprichosa y rebelde. Todo esto erige una personalidad unitaria y no colectiva. Por eso se entiende que hasta ahora los inmigrantes no posean un horizonte claro, contundente e influyente, su peso político es todavía muy pobre, un liderazgo capaz de eclipsar el discurso político de los que afanan su voto y su conciencia. “Te advierto, el enemigo de un latino en Estados Unidos, es otro latino”, me sentenció un ciudadano estadounidense apenas había pisado su territorio.
El voto blanco, e incluso el afroamericano, tienen mucha convicción e influencia política: el primero, responde a una sociedad casi homogénea en su comportamiento y en sus intereses económicos, de bienestar y de seguridad, hay, en ese universo, un afán de escuchar repetitivamente que sus cuentas bancarias están seguras y que aún viven en uno de los territorios más poderosos del planeta.
El segundo, es altamente cultural, comunitario y con una fuerte carga histórica que aún no se salda. La comunidad negra es cohesiva y responde a una hermandad inquebrantable, su voto debe ser entorno a los intereses de todos los de su raza. De entre los demócratas, Barack Obama, en 2008 arrasó con un 95 por ciento de los votos de la comunidad afroamericana.
A esos cinco motivos por los que ganaría las elecciones Donald Trump predichos por The Big One, Michael Moore en julio pasado, yo le añadiría dos más.
1. Nunca más un Presidente negro en Estados Unidos.
El voto a Trump, antes que a Clinton que, como lo anoté en anteriores artículos, era el mal menor, fue una brutal advertencia para que nunca más un negro ose estar al mando del país más poderoso. Esos “Stupid White Men”, como titula el libro de Michael Moore, los sectores ultra conservadores y de extrema derecha, se desgarraban las vestiduras en los pasillos del Capitolio cada vez que Obama proponía cambios importantes en la estructura económica de su país.
El Tea Party hizo muy bien su trabajo y casi se convierte en una tercera vía. Entonces había que elegir a un Presidente de la talla de Trump: bocón, racista, misógino y marginador para que, según la gran masa amorfa de los extremistas y con un brutal poder económico, ponga las cosas en su lugar y “le devuelva a los Estados Unidos su verdadera esencia”.
La victoria de Trump, al margen de tener o no asidero, refleja el resurgimiento de manifestaciones detestables de una sociedad segregacionista que históricamente había maltratado a su pueblo. A la Guerra Civil aún le duelen los golpes entre sureños y norteños y, claro está, a los afroamericanos, la esclavitud y el racismo como punto de inflexión.
2. Trump representa al empresariado puro y duro que maneja el gran poder económico en los Estados Unidos.
Es el más indicado para que los billones de dólares de los mega millonarios se tripliquen. Representa a ese absoluto dominio de las cuentas bancarias que lo pueden todo. Al monopolio de las empresas que controlan el poder comercial. En resumidas cuentas, la prosperidad empresarial por fin comienza el 20 de enero.
Si no, escudriñemos en la trayectoria de su yerno, Jared Kushnenr que, con un perfil bajo y la brillante colaboración de su esposa, Ivanka Trump, apuntalaran la campaña del magnate y allanaron en gran parte el camino a la victoria de Donald.
No dudo de que Trump haga efectiva sus amenazas. Como ya lo mencioné, comenzará por el tema más fácil y vulnerable, migración. Sin embargo, creo que su punto más conflictivo será su pugna de intereses económicos. Trump es dueño de empresas millonarios en varios países del mundo, incluyendo, claro está, Estados Unidos. ¿Cómo conciliará la economía de su país, la de su imperio y sus intereses?
Mientras tanto, la comunidad latina llora su desconsuelo y vive atemorizada por posibles deportaciones. Los tres millones de inmigrantes “deportables” que ya anunció Trump, serán motivo de elogios y corroborarán el acertado nombramiento como el 45 Presidente de los Estados Unidos, todas las demás promesas pueden esperar con paciencia.
Soy pesimista y pienso que el sueño de Martin Luther King se convirtió en pesadilla en la que obliga a permanecer en vigilia permanente con cierto optimismo y esperanza. Como sentenciaba Abraham Lincoln: “Nos podemos quejar porque los rosales tienen espinas, o alegrarnos porque las espinas tienen rosas”.
So fresh and so clean.
El autor es comunicador social.
Columnas de RUDDY ORELLANA V.