Tras las huellas del 21F: Bolivia dijo No
Este 21 de febrero se cumplen ocho años desde que los bolivianos votamos en el referéndum constitucional en el que se le dijo “No” a la reelección de Evo Morales. Una lucha inclaudicable que se consolidó como un clamor ciudadano en defensa del voto democrático y la alternancia en el poder.
“El populismo es la democracia de los ignorantes. A veces sirve para sublevar contra problemas reales, pero no para solucionarlos. Busca revancha, pero no reforma”, sentencia el filósofo y escritor español, Fernando Savater.
El 21F de 2016, marca con rojo la consolidación de un país fracturado, herido y profundamente polarizado.
El referéndum por el No a la re-reelección de Evo Morales, fue la mecha que encendió una lucha cívico democrática (que hasta ahora continua) de un pueblo que se cansó de las arbitrariedades, la opresión, la injusticia y la corrupción. Así como la contienda de muchos personajes de nuestra historia fue la acción colectiva de resistencia en contra de la injusticia y opresión hacia un sistema de dominación, los movimientos cívicos, la desobediencia, y la convicción democrática y libre fueron determinantes para decirle No a un gobierno que pretendía eternizarse en el poder. Un No a una oclocracia que se sustentaba bajo un trípode nefasto: “hybris”, caracterizado por una violencia específica. La ilegalidad o “paronimia”, violación reiterada de la ley y, finalmente, la tiranía de la mayoría.
Una vez más, el pueblo democrático y libre dejó claro que las revoluciones se construyen a base de coraje, de convicción y casi siempre esa lucha se libra en el escenario de la resistencia y las movilizaciones de masas.
El pueblo pone la batalla, la defensa, las convicciones y los muertos, y el gobierno la represión, la cárcel y la impunidad.
La acción cívica de los bolivianos a través del voto dejó en evidencia que su pugna por defender la democracia apenas comenzaba.
El MAS y Evo Morales, jamás aceptarían esa decisión del supremo.
Entonces, una vez más la voz del pueblo brotaría vigoroso. Ese grito encabronado que siempre reclamó respeto y obediencia al poder del pueblo, para el pueblo y desde el pueblo. Las primeras jornadas efectivas ya se habían producido años atrás, sin embargo, la decisión de Evo Morales por eternizarse en el mando consolidó el gran peligro en el que se encontraba la institucionalidad de la patria, las libertadas y, fundamentalmente, la frágil democracia que tanto dolor y muerte causó recuperarla de manos de los dictadores. El 21F marca un punto de inflexión sin retorno. El No a un cuarto mandato de Evo, convertía el escenario político en un campanazo inminente. Todo lo que ocurriría posteriormente estaría bajo la responsabilidad de un gobierno opresor, corrupto y dispuesto a todo para imponer su ley.
El 21 de febrero de 2016 se realiza el referéndum consultando si el país aceptaba cambiar el artículo 168 de la Constitución Política del Estado que establece que sólo puede existir la reelección presidencial por una única vez.
2.682.517 bolivianos (51.3% los votos) le dijeron No a la modificación de la CPE.
Una vez más, la sociedad democrática en Bolivia fue protagonista del cambio y de la revolución. No los políticos, ni los oportunistas, menos la oposición.
Fueron los bolivianos, ese pueblo que expresó su convicción para decirle basta a un régimen nefasto. El mérito absoluto fue de los ciudadanos bolivianos que votamos por la libertad y la democracia. Desconocer eso, o desvirtuarlo, sería (es) una canallada mayúscula. Tergiversar esas jornadas de lucha, es ignorar la historia oficial que nos tocó vivir, donde el poder del pueblo se reflejó en las calles, en laesquinas, en las puertas, en los hogares, en las conciencias, en el futuro.
En Bolivia, las plataformas ciudadanas y la lucha por el respeto al 21-F nacieron de ese hartazgo general hacia un gobierno nefasto, corrupto y ambicioso. Los movimientos sociales, articulados a través de plataformas, se fortalecieron a la luz de un discurso casi homogéneo que reclamaba y aún reclama transparencia, justicia, igualdad de oportunidades y democracia. Su estallido jamás había sido tan legítimo, tan fidedigno hacia un propósito colectivo. Nadie los empoderó, ni los apadrinó. Por sí mismos lograron ser artífices de su propio poder, de su legitimidad y de su propósito hacia un cambio real de sistema.
Los movimientos sociales, desde las plataformas, adoptaron un concepto de lucha conjunta pero anónima, es decir, las redes sociales, como medios de difusión y de intercambio de opiniones impersonales, masificaron, mas no particularizaron una interrelación personal, cara a cara, que proyecte y diseñe la construcción de otro tipo de organizaciones mucho más próximas a un bloque político social que proponga, a través de un discurso alternativo y alterativo, un cambio profundo y nuevo.
Una vez más, la sociedad democrática en Bolivia iba a ser protagonista del cambio y de la revolución. La acción cívica de los bolivianos brillaba en primer plano.
Todo poder es una conspiración permanente, decía el escritor francés Honoré de Balzac. Por eso también el poder posee una propensión natural a concentrarse y a medida que se agiganta se hace menos benéfico, más corruptor y pernicioso.
Tras el No rotundo del 21F, el evomasismo se afanó para buscar coartadas, argumentos y trabajar para la entronización a Evo Morales.
Ese poder que en 14 años se había convertido en autoritarismo, luego en una autocracia y posteriormente en la dictadura perfecta, debía entrar en acción, urgente. No aceptarían tan fácilmente la decisión del soberano. Entonces era necesario convertir lo ilícito en lícito. Torcer la ley para limpiar el camino hacia la eternización en la silla. Una vez más, el “yo le meto nomás” tenía los dados cargados para pretender consolidar las trampas de la ley y de la política.
“Cuidado con el hombre que habla de poner las cosas en orden. Poner las cosas en orden siempre significa poner las cosas bajo su control”. (Diderot)
En Bolivia, parece que se zapatea el hoy y se farrea el futuro. No son los líos entre masistas y su lucha de poderes, o los supuestos conspiradores, los vendepatria, los antiimperialista, los “evistas” o los “arcistas” ¡Es la democracia, estúpidos! ¡Las libertades tomadas! ¡La institucionalidad democrática! ¡La alternancia en el poder! ¡La justicia prostituida! ¡El apego a las leyes y la Constitución!
El voto histórico del 21F que le dijo “No” a la fractura democrática con la reelección de Evo Morales, debe ser el faro que nos guíe siempre hacia la vigilia permanente y que reivindique la voluntad del pueblo y el poder que tiene este, frente a las acciones inconstitucionales de cualquier gobernante que pretenda perpetuarse en el poder.
Por eso es tan importante no olvidar el 21F. Porque significa una jurisprudencia, un salvoconducto que nos hace caer en la cuenta de que la democracia y las libertades son los sistemas más eficaces para hacerle contrapeso al poder político y a la autocracia en ciernes.
Refrendo el informe del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI) que identificó como el origen de la crisis política y social en Bolivia, el incumplimiento a los resultados del referéndum.
El 21F está más vigente que nunca, la crisis política y social se agudizan cada vez más y Evo y el masismo ya son parte del capítulo más funesto de la historia de Bolivia.
El autor es comunicador social
Columnas de RUDDY ORELLANA V.