Entre el discurso y la realidad
La ciudad de La Paz atraviesa una de sus crisis más serias y con ello sale a flote, no sólo la ineficiencia de la administración pública, también la irresponsabilidad ciudadana. Creo que estamos demasiado acostumbrados a desperdiciar agua; a ello se suma el paro indefinido de los trabajadores de Sabenpe, develando otro problema: esa fea tendencia de botar la basura sin ningún recaudo. Son los ingredientes para una crisis sanitaria, uno de los mayores desafíos del Gobierno de Evo Morales.
Por más que quiera desligarse de sus responsabilidades, esta crisis demuestra que en 10 años de Gobierno no hubo inversión pública, pues el tema del agua y del cambio climático no son ninguna novedad. Ya en los 90, el entonces dirigente cocalero, siempre presente en todos los foros internacionales, denunciando al capitalismo salvaje y su irrespeto por lo madre tierra, afiliándose al movimiento altermundialista pregonaba otra forma de desarrollo económico. Entre el discurso y la práctica se abre un abismo; 10 años de Gobierno y las actividades extractivistas, altamente contaminantes y depredadoras del medio ambiente, brazo operativo de ese capitalismo, fueron legitimadas y avaladas por el Gobierno. Diez años de bonanza económica y no se hizo ningún esfuerzo para promover el uso de energías alternativas, reforestación, uso eficiente y responsable del agua, programas de reutilización de desechos, educación ciudadana y un largo y tedioso etcétera, que muestra la falta de voluntad política para poner en práctica el principio constitucional del Vivir Bien.
Es fácil discursear, rezongar y echarle toda la culpa al capitalismo, al imperio o quien sea –una tendencia muy boliviana por cierto, buscar chivos expiatorios–, es más difícil proponer en práctica un modelo alternativo viable en concordancia con la Constitución Política del Estado, las necesidades de la ciudadanía y las teorías desarrolladas, auspiciadas y propagadas desde la Vicepresidencia. Por lo visto es más fácil llenar libros y jugar al intelectual, que hacer gestión. Prometer todo y al final no hay nada, es un resabio de la política boliviana.
Pero la situación es muy grave y tiende a agudizarse; el 2001, las movilizaciones sociales que desembocaron en el colapso del sistema partidario, comenzaron con el grito de “el agua es vida”. Cuando Evo Morales asumió la presidencia de la República, en medio de vitoreos y aplausos, la ciudadanía recobraba su esperanza. Diez años después, el proceso de cambio parece colapsar presa de sus propias contradicciones, de su ineficiencia y de su falta de voluntad política. Nuevamente nos vemos sumidos en la incertidumbre, pues el Gobierno de los movimientos sociales fracasó en su principal cometido: generar una alternativa. Por ello, podemos decir sin eufemismo que el Gobierno del Sr. Morales es el peor de nuestra historia, pues engañó a todo un pueblo, al restablecer el viejo sistema político, prebendal y corrupto, bajo otro discurso. Tal parece que está más preocupado en postularse de nuevo que en tomar previsiones para prevenir riesgos.
La función de la administración pública es prevenir y anticipar; de la crisis del agua se viene hablando los últimos 30 años y si el Gobierno fuera consecuente con todo lo que pregona se habría encontrado una solución al tema. Lo mínimo que se podía hacer era alertar a la población. Ahora en la urgencia, recién se toman medidas; pero el daño ya está hecho y no hay marcha atrás. Después de todos los escándalos de corrupción, después de todas las mentiras y las arremetidas contra la prensa y los opositores políticos, éste es el acabose. Es incumplimiento de deberes.
El autor es analista político.