Bolivia, un modelo de sincretismo económico
Hace pocos días, como ya es habitual a estas alturas del año, el Fraser Institute de Canadá, en conjunto con la Fundación Populi, presentó la más reciente versión del Índice de Libertad Económica del Mundo (EFW, por sus siglas en inglés). Se trata de un informe que se actualiza anualmente y es aceptado como uno de los principales referentes sobre el tema, por organismos internacionales, gobiernos y, principalmente, empresarios y ejecutivos del sector privado. Su objeto principal es medir el grado en que las políticas públicas y las instituciones de los países observados apoyan o restringen la libertad económica.
Todos los años, desde hace 20, cuando se hicieron los primeros estudios sistemáticos sobre el tema, el caso de Bolivia aparece como uno de los más dignos de atención. Por muchos motivos, el caso boliviano es especialmente atractivo para quienes desde el ámbito académico observan el curso de la economía mundial, pues tiene la peculiaridad de desafiar todos los paradigmas.
En efecto, a diferencia de Chile o Venezuela, que aparecen como los casos más puros de modelos económicos ubicados en extremos diametralmente opuestos del espectro político e ideológico, Bolivia sistemáticamente aparece en el medio del ranking, como la máxima expresión de un eclecticismo que se mantiene constante desde hace casi 25 años, habiendo sobrevivido en sus lineamientos centrales a los sucesivos cambios de gobierno e incluso al radical viraje discursivo con que se inició el “proceso de cambio” hace ya doce años.
Este año, por ejemplo, según los diferentes parámetros empleados para elaborar el índice, Bolivia aparece entre los países que han mejorado, aunque muy ligeramente (del puesto 126 al 123) su ubicación entre los países con mayor libertad económica. Forma parte con Uruguay, Paraguay, México y Colombia parte del grupo intermedio.
Uno de los extremos, el de los países con mayor libertad económica, vuelve este año a estar encabezado por Chile, seguido por Costa Rica, Guatemala y Perú. En el otro polo, cada vez más lejos de los demás, se ubica Venezuela. En ese mismo grupo aparecen Argentina y Brasil.
Que Bolivia se mantenga tan lejos de Chile como de Venezuela es algo que puede ser visto como una mala noticia por quienes desde uno y otro extremo del espectro político e ideológico preferirían una firme inclinación por fórmulas más radicales, en uno u otro sentido. Sin embargo, si se observa el panorama regional y mundial con una perspectiva más amplia, se puede afirmar que esa opción por el justo medio tiene más virtudes que defectos.