El día de los muertos
Es muy necesario que tengamos un tiempo para recordar a los muertos, en un duelo colectivo. Además, la Fiesta de los Muertos es una oportunidad para que las personas recuerden que todos somos deudos y que pronto seremos difuntos.
Sin embargo, recordar para pensar, no es fácil. Es muy difícil soportar tiempo pensando en la muerte. Nos causa horror. El dolor espanta el pensamiento. Entonces, para pasar ese tiempo, hacemos bromas.
Los chistes que hacemos sobre la muerte son muy pesados y redundantes pues tienen la absurda pretensión de representar a la muerte –que es la mayor verdad absoluta que logra percibir toda la humanidad– como una cosa falsa, como una idea liviana.
Y así nos lanzamos a hacer y comprar fantasmas de trapo, esqueletos de goma, cadáveres con risible fauna cadavérica. Y, además, nos disfrazamos. Todo esto, con la intención evidente de hacer el ridículo ante la majestad de la muerte.
Pero ¿Quién puede quitar valor a este –y a cualquier– intento de huir del dolor? Todos somos deudos, cada cual sabrá cómo distraer su duelo… Por eso hoy, en esta columna, no intentaremos aumentar el ridículo debatiendo seriamente si debemos hacer este u otro tipo de ridículo.
Hoy, queremos encontrar un modo para pensar la muerte, porque pensar en ella es la única manera que tenemos de no hacer el ridículo y, más bien, conservar algo de dignidad bajo el azote de su incesante huracán. Pensar en la muerte es muy vitalizante pues equivale a valorar nuestra vida, asirla y conocerla y sopesarla para tornarnos más discretos asumiendo la sobriedad que nos impone contemplar lo efímeros que somos. Además, pensar en la muerte nos hace más compasivos hacia los otros humanos, tan deudos como nosotros.
¿Pero cómo pensar en la muerte? Ya sabemos que la muerte es refractaria a cualquier concepto. Pensar en la muerte con palabras no nos lleva muy lejos; muy pronto comenzamos a pontificar y decir banalidades. Pero ¿cómo pensar sin palabras?
¿Quizás lo único que podemos hacer frente a la muerte es sentir la herida que ella abre?
Es una herida muy propia de cada persona, que abre una inmensa distancia entre ella y los Otros. Los deudos estamos siempre solos. Sin embargo, todos sabemos de qué herida se trata, pues todos la hemos sufrido o la sufriremos pronto.
¿Debemos quedarnos solos, sin consuelo? ¿Habrá algún lenguaje que nos permita compartir nuestra herida con la herida de los demás?
La poesía es el lenguaje que usan los humanos para percibir lo que no puede ser dicho con palabras.
Hoy, invito a mis lectores a reunirse entre íntimos y leerse recíprocamente en voz alta algunos fragmentos del maravilloso poema “Algo sobre la muerte del Mayor Sabines” y acompañar a su autor, el mexicano Jaime Sabines (1926-1999) en su largo duelo por la muerte de su padre. Lo pueden leer aquí: https://www.poemas-del-alma.com/jaime-sabines-algo-sobre-la-muerte-del-m...
Es un poema llano, sencillo. No tengo dudas de que el dolor reprimido encontrara su flujo; tampoco dudo que compartir dolor sirve de consuelo. Quizás leer este poema sea una manera modesta y justa de recordar a los Muertos y decidir para que nos sirve ese pensamiento.
El autor ciudadano en ejercicio
luisbredowsierra@gmail.com
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