¡Mágica Filarmónica!
Las notas de la flauta traversa comenzaron a vibrar en el aire como las cristalinas aguas del naciente río Moldava, en la selva de Bohemia, allá en Europa oriental. Pero la música estaba aquí, en los instrumentos de esos casi 70 músicos jóvenes y menos jóvenes tocando bajo la batuta de su maestro. Allí en el salón de eventos El Portal.
Luego siguieron los cobres y poco después las cuerdas mientras el Moldava engrosaba su cauce para llegar a Praga, y atravesarla. Y la música de la Filarmónica atravesaba el espíritu, bañándolo en los acordes compuestos por Smetana, el checo que hizo música del río más largo de su país. Una música compuesta hace casi un siglo y medio y cuya magia cautivó anoche, y antenoche, al público privilegiado que asistió al último concierto de la Orquesta Filarmónica de Cochabamba, fundada y dirigida por Augusto Guzmán hace 12 años.
Guzmán, el maestro —vestido de riguroso frac negro, chaleco y pajarita blancos—, parecía dibujar con sus manos y batuta unos arabescos de algún código misterioso que los músicos traducían en un fluido mágico que emanaba de sus violines, chelos, oboes, flautas, cornos, timbales… y transportaba a la audiencia a los cielos cristalinos de la música de Smetana, luego del noruego Grieg y, finalmente, de Dvorak, otro checo. El Moldava, Peer Gynt, en la primera parte, y la Sinfonía del Nuevo Mundo, en la segunda, conformaron el exquisito programa del concierto compuesto con maestría por Guzmán. Sublime experiencia la de estremecerse con la música de la Filarmónica, viva, vibrante, magnífica.
Periodista de Los Tiempos
Columnas de NORMAN CHINCHILLA