Contingencia y política
Contingencia se dice que es aquello (un hecho, un evento, un acontecimiento) que sale de las previsiones y predicciones establecidas. En su efecto, modifica el curso de las decisiones y acciones que uno o un grupo de personas definen como curso normal de los hechos. Expresa la vulnerabilidad de los cálculos, la artificialidad de las construcciones simbólicas y lo erróneo de los fines y certezas. Nos recuerda el límite y fractura de nuestra potencia (poder) y voluntad (decisión).
En el pensamiento político, Maquiavelo le puso un nombre para explicitarla, la llamó “fortuna” que no es suerte ni riqueza como se cree, sino una condición inexcusable de lo político, de su constitución u emergencia. La virtud del político, la otra condición destacada por Maquiavelo, es contar siempre con ella, tenerla de su lado, convertirla en su pareja, amante y compañera de ruta. Ella, sin embargo, según la analogía del florentino, al ser una bella cortesana indeleble e indomable, no compromete nunca su fidelidad y lealtad de manera definitiva. Se sabe que se irá, se sabe que se apartará anunciando su retiro u abandono o bien, como casi siempre lo hace, de forma imprevista, sorpresiva y escandalosa.
El destino del político, de su virtud sustentada en experiencia práctica: phronesis, es la de aplacar y/o domesticar a la fortuna con sus decisiones, dotes y actos. Para ello, recurre a todo lo que encuentra a su alcance. La ansiedad de este se expresa en la voluntad de poder que busca controlar todos los recursos, flancos y cabos. Establece, según la narrativa de Foucault, un campo de acción o de juego definido y establecido por él. En una palabra: gobierna. El goce que le provoca el poder gubernamental y la ambición de su extensión en el tiempo es a la vez angustia, vacío insoportable, deseo impulsivo que vuelve ciego u ominosos su existencia y gobierno.
Así, construye y amplifica una ficción o fantasía para apaciguarse. Organiza y crea aparatos y recursos de observación y control. Genera toda una estructura de artificios y sujetos para que respalden y protejan su cuerpo, su poder. Emergen por doquier consortes y ventrílocuos que sirven ciegamente a sus caprichos y, dizque, al de su concubina o compañera de ruta. Piensa y busca creer que todo está bajo control a pesar de que –para tenerla distraída, engañada– deja márgenes de juego y seducción; confía que la tiene y que no hay manera de que se le escape, que no hay manera de que le traicione.
Sin embargo, algo sucede, algo impredecible, innombrable, extraordinario: una decisión que no encaja, un evento no previsto, una catástrofe, un incendio, cualquier cosa que al político de su juego, de su propio campo de acción. Le recuerda nuevamente, pero ahora cobrando factura, que no hay manera de atar todos los cabos, de tapar todos los flancos, de controlar todas las jugadas. Visibiliza la debilidad y simpleza de su fantasía y dote. Así, la fortuna le recuerda abruptamente que es contingencia y que no hay manera de contar o tenerla para siempre
El autor es politólogo
Columnas de LUIS FERNANDO GARCÍA