No, el secreto del modelo fueron las rentas (y hoy, la deuda)
El ministro Luis Arce se ha pasado el trabajo de resumir, en un artículo titulado “El secreto del crecimiento económico social boliviano”, las presentaciones de PowerPoint que suele hacer en foros, universidades y conferencias de prensa, en las que nos dice que el motor de la demanda interna, junto con la inversión pública y los bonos, son el secreto del éxito del modelo de crecimiento.
En principio, hay que hacer notar que el Ministro es coherente al señalar que las políticas económicas están enfocadas al crecimiento, que es una medida básica en la economía y que se refiere estrictamente a ingresos, dejando de lado elementos cualitativos que hacen a una economía sana y sostenible, como el empleo de calidad, la seguridad social de corto y largo plazo, diversificación productiva y sostenibilidad medio ambiental, entre muchos otros elementos.
Por eso, lo importante en el artículo del Ministro es lo que no ha mencionado, y que es lo que, en realidad, preocupa más, no solo porque pone en riesgo los avances sociales que él mismo señala, sino también porque lo que no menciona son cosas de las que es responsable y que, hoy por hoy, se constituyen en las principales amenazas para la economía boliviana.
En primer lugar, Arce obvia, de una manera muy evidente, el preocupante déficit fiscal que arrastra Bolivia, hoy el más alto de Sudamérica, y que, en total, en los últimos cuatro años, sobrepasa los 12 mil millones de dólares. Sólo en 2018, el hueco fiscal fue de más de 3.200 millones de dólares, el más alto de la historia de Bolivia y que, muy probablemente, quede por debajo de los 3.500 millones de dólares presupuestados para 2019.
Tampoco menciona el déficit comercial, que entre enero de 2015 y marzo de 2019 suma un poco más de 4.476 millones de dólares, o sea, un promedio de mil millones de dólares más de importaciones que de exportaciones por año. De nuevo, estas son las cifras (negativas) más altas de la história, con el agravante de que ya no sólo están relacionadas con la caída de los precios, sino que ahora se explican por declives en los volúmenes de las exportaciones. Tanto es así, que hace unos días Mauricio Medinaceli, uno de los mejores expertos en hidrocarburos del país, calculaba que se necesitaría al menos un precio de 127 dólares por barril de petróleo para compensar la caída en los volúmenes de las exportaciones de gas.
En tercer lugar, Arce Catacora olvida decir que desde diciembre de 2014 (cuando teníamos 15.084 millones), hasta el 13 de septiembre de este año, hemos perdido más de 7.244 millones de dólares de las Reservas Internacionales Netas, es decir, una reducción promedio de más de 1.500 millones de dólares anuales. Este enorme ritmo en la caída de las RIN está explicado por el déficit comercial, pero también por los préstamos que exigen las empresas públicas y el Gobierno al Banco Central.
Ahora bien, más allá de los olvidos en lo macroeconómico, Arce no dice que, según el FMI, al que cita como referencia de apoyo a su modelo, Bolivia sigue siendo la economía más informal de la región (por decir lo menos), con un poco más del 45% de la misma, en 2015, moviéndose en el ámbito informal. Y aunque esa es una cifra que muestra una reducción de la informalidad respecto a 2005, cuando se observa el empleo, por ejemplo, se puede ver que al menos 7 de cada 10 trabajadores, hoy, no tienen un empleo en el que se cumplan todas las condiciones de ley.
En lo "redistributivo", se hace énfasis en los bonos, sin embargo hay que contextualizar esta afirmación para saber si es correcta o no. En total, los bonos representan un poco más de 500 millones de dólares al año, mientras que las remesas de trabajadores bolivianos, que no vuelven al país, a pesar de los extraordinarios resultados que sostiene el Ministro, superan en promedio, desde 2006, los 1.000 millones de dólares por año. Las familias bolivianas reciben más por la vía de sus expatriados que por los resultados del modelo.
Finalmente, se sostiene que se ha reducido la pobreza, lo que es cierto, pero no se menciona que la pobreza a la que se refiere es la que se mide por ingresos, la medida más básica de todas. Si medimos la pobreza de una manera más sofisticada, tomando en cuenta, por ejemplo, las brechas de ingreso, la calidad del empleo, el nivel de cumplimiento de los derechos, la calidad de la vivienda, etc. la pobreza en Bolivia supera el 60% (recomiendo leer el reciente estudio del Cedla).
En resumen: el secreto del modelo no es otro que las rentas. Si no hay rentas, no queda otra que el endeudamiento. Los resultados del modelo son, ciertamente el crecimiento, pero de sostenibilidad cuestionable, tanto en el ámbito económico como medioambiental. Más empleo, sí, pero en su mayoría precario y vulnerable y cada vez mayores asimetrías sectoriales y regionales.
El autor es economista
Columnas de JOSÉ GABRIEL ESPINOZA YÁÑEZ