El sentido del “Día de la Mujer Boliviana”
Resulta curioso que la misma sociedad conservadora que censura en la mujer las actitudes socialmente aceptadas en el hombre, reconozca hoy el valor de un personaje no convencional que rompió esquemas e “invadió espacios masculinos”: Adela Zamudio, mujer de trascendentes y superiores cualidades de carácter y de indiscutible prominencia por su emancipación social e intelectual, en cuya fecha de nacimiento se conmemora el Día de la Mujer Boliviana.
Recordemos su lucha liberadora que, desde finales del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX, sin más arma que su pensamiento libre y autónomo, combatió las limitaciones impuestas por el sistema. Fue irreverente con la ley que impedía a las niñas la escolaridad más allá del tercero básico y, en base a una formación autodidacta, se capacitó, fue profesora, escribió artículos, poemas y ensayos sobre temas hasta entonces intocables, como la corrupción en la estructura eclesiástica y la discriminación en razón de género.
Abrió debates y reflexiones interpelando a las élites dominantes y éstas castigaron su osadía: la iglesia la excomulgó, el Gobierno vetó su producción intelectual y la sociedad patriarcal se dedicó a descalificar su pensamiento feminista, cuyo origen atribuyó a un supuesto despecho por decepción amorosa. Así y más, fue atacada la pionera del feminismo en Bolivia, pero no se rindió.
Esa persona indócil, de desarrollado pensamiento crítico, me inspira. Creo que, mujeres valiosas como Adela existen desde siempre. Cuenta el Génesis, primer libro del Antiguo Testamento, que Dios creó el universo y creó al hombre: Adán, para quien creó a los animales y después, construyó de una de sus costillas y a la medida de sus necesidades, a Eva, carne de su carne. Y también relata en un versículo previo: “Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó, varón y hembra los creó.”
Entonces, está claro que hubo una mujer anterior a Eva, creada a la vez y de la misma forma que Adán.
En este pasaje encaja la historia oculta del Génesis, aquella parte que, se dice, fue censurada por el oscurantismo y es donde aparece Lilith, la primera esposa de Adán, mujer segura de sí misma y de imponentes atributos de personalidad, consciente de su derecho a la equidad afectiva y sexual en pareja. Tan férrea detractora de la opresión, que cuando su marido intentó subordinarla, lo abandonó; se fue lejos, tuvo otras parejas e hijos y se negó a volver con él, por lo que Dios la castigó, la condenó e hizo para Adán una nueva y dócil esposa: Eva.
Algunas versiones la nombran como “la mujer demoníaca”, debido a su rebeldía, su erotismo y su autodeterminación, rasgos impropios, por tanto condenables en una mujer de ese tiempo e, increíblemente, aún hoy en día. Porque pese a los avances evolutivos, la censura social recae sobre la mujer autónoma o contestataria de la opresión dogmática o patriarcal y, cualquier intento por emanciparse del sometimiento institucionalizado es castigado de diversas formas en la mayoría de los espacios.
Pasó con Lilith con Adela y con miles de mujeres que a lo largo de la historia ejercieron y ejercen, aun contra la corriente, sus legítimos derechos en equidad. Ellas simbolizan historias de vida, vida que matamos cada vez que naturalizamos la subordinación de la mujer a las estructuras de poder o cuando condicionamos su valor humano a la maternidad, a la servidumbre o a la abnegación.
Y si mueren historias de vida como las de Lilith y Adela, la conmemoración del 11 de octubre, pierde sentido.
La autora es politóloga
Columnas de DAFNE ZENZANO