La caída del muro de Berlín
GONZALO TERCERO ROJAS
“Si derribamos un muro tenemos que estar dispuestos a caminar sobre escombros un tiempo”
El 9 de noviembre de 1989 la humanidad celebró la caída del muro de Berlín, un muro reforzado de hormigón armado con una altura de 3,6 m y una longitud de 120 km, construido para detener la salida de ciudadanos berlineses de la socialista República Democrática Alemana (RDA).
El gobierno de la RDA lo llamó “el muro de la protección antifascista” y justificó su construcción con el argumento de proteger a la población de elementos fascistas que impedían la construcción de una voluntad colectiva, para la consolidación del sistema socialista y frenar las agresiones del imperialismo estadounidense y sus aliados de la OTAN.
Por tanto, no solo fue un muro que establecía una barrera física para la locomoción de la gente, sino también una frontera ideológica que encapsuló a la población alemana tradicionalmente cristiana, en un discurso y una doctrina comunista.
El muro de Berlín fue construido en apenas 48 horas por lo que hasta hoy sigue considerado como una “obra” de gran nivel de organización y disciplina, pero tomó 28 años para ser derribado físicamente y 30 años más en los que el Estado y la sociedad alemana continúan implementando leyes, proyectos y programas para superar los efectos nocivos que el llamado “muro de la vergüenza” provocó en la cultura alemana de postguerra.
El mundo celebró hace pocos días los 30 años de la caída del muro de Berlín, recordando ese gran movimiento ciudadano de miles de gentes que un 9 de noviembre decidieron tumbar ese muro de concreto, lo que dio lugar a la reunificación alemana en una sola nación y al cuestionamiento de la construcción de fronteras entre los seres humanos y los países.
Bolivia tiene hoy también motivos para celebrar esta hermosa irrupción ciudadana de revolución democrática en contra del fraude y de la defensa de sus derechos y libertades. De ver jóvenes entusiastas que, dejando la comodidad de su mundo, decidieron salir a las calles para expresar su protesta para dejar claro que ellos son los nuevos sujetos de la construcción de un país democrático, libre y verdaderamente participativo.
Qué fácil es construir muros y que difícil derribarlos, hacemos votos para que el muro de odio y violencia erigido por algunos radicales del MAS no termine por consolidarse. Sería una pena que ellos mismos sean responsables de tirar por la borda lo construido en estos últimos años para disminuir la carga ideológica de discriminación en las relaciones de los grupos sociales en nuestra sociedad.
Muchas lecciones nos deja esta experiencia inédita de lucha democrática, sin duda la más importante es manifestar, una vez más, que Bolivia es una sociedad diversa, pluricultural y que debemos reconocernos como diferentes en un marco de tolerancia y el más profundo respeto a nuestras identidades.
Se hace necesario un gran acuerdo nacional con todos los actores sociales, cívicos y políticos, que viabilice unas nuevas elecciones en el menor tiempo posible con un padrón electoral actualizado y un nuevo órgano electoral.
Tal como lo hizo la población alemana hace 30 años derribando el “muro de la vergüenza”, nos corresponde, a quienes amamos esta Tierra, derribar el muro de odio y rencor que estos conflictos y su desenlace han provocado en diversos grupos sociales; y estar dispuestos a caminar sobre escombros un tiempo.
El autor es sociólogo
Columnas de Redacción Central