Eso de salir con vestido...
Estamos viviendo las primeras semanas en las que la “normalidad” volvió al país. Uno de los aspectos valorados, en medio de un sinfín de temas primordiales, es el poder transitar con naturalidad y tranquilidad por las calles. Si bien, ya pudieron recoger la basura que, al parecer se acumulaba a la velocidad de la luz, existe otro tipo de inmundicia que afecta principalmente a las mujeres y es el acoso callejero.
Una mañana, sin pensar los pros ni contras, me puse un vestido. No se me cruzó por la cabeza que una decisión aparentemente insignificante como esa, podía afectar mi día y que, incluso, detone en una confrontación. Disfruto bastante caminar para ir a mi fuente de trabajo y retornar a casa. Eso de salir con vestido, llevó consigo silbidos de desconocidos, besos a la distancia y el comentario “ayyyyy se me va a parar…el corazón”, que fue la cereza de la torta e inició un palabrerío de ambas partes que prefiero no citarlo.
Si una mujer quiere ponerse vestido y caminar a su fuente de trabajo, debe pensarlo dos veces. Si quiere lucir escote, debe atenerse a las miradas furtivas, esas que parecen que se congelan en eternos segundos. No se trata de una banalidad o superficialidad: elegir cómo vestir no debería ser tan complicado, ni debería condicionarse por el acoso callejero que una pueda sufrir.
Una tía con sus buenos años encima me comentó alguna vez: “el día en que dejen de silbarte, te sentirás peor”. Un buen amigo años atrás me dijo: “son unos imbéciles, pero es mejor pasar de largo y no hacer nada”. Este tipo de comentarios son los más comunes.
El acoso callejero no es sinónimo de piropos ni de halagos, es una forma más de violencia y no es exageración decir que vulnera los derechos de libertad y seguridad de las personas.
Después de ese episodio, conversando con algunas personas y revisando publicaciones vi que, en 2017, la Cámara de Diputados debatió el problema del acoso callejero como una posibilidad de incorporación al Nuevo Código del Sistema Penal, a pesar de las negativas de algunos legisladores.
Perú fue el primer país de América Latina en aprobar una ley contra el acoso callejero, en 2015. En Argentina y Chile, también existen prohibiciones y sanciones. En Francia, las personas que emiten comentarios, silbidos y gestos obscenos (que tienen lugar en cualquier espacio público), reciben multas.
Es largo el camino por recorrer y definitivamente, no es sólo un problema legal, sino cultural y de educación. Empecemos por hacernos respetar allí por donde caminamos.
La autora es periodista de Los Tiempos
Columnas de Adriana Trigo Amador