La pandemia como oportunidad
La irrupción súbita del nuevo coronavirus y la pandemia resultante ha generado angustia y preocupación en todo el mundo. Las economías se estremecen, los sistemas de salud colapsan y los muertos se cuentan por miles, en medio de un clima social en el que el temor al contagio se ha convertido en miedo al otro.
La lógica del “sálvese quien pueda” devela las grandes desigualdades en protección social en todo el mundo, y la tentación autoritaria de algunos no logra hacer olvidar la fragilidad de todos los humanos y la inevitabilidad de su destino.
Para los bolivianos, la emergencia sanitaria llega pocos meses después de la crisis política que alteró el funcionamiento institucional del país, confrontó internamente a la sociedad y paralizó el aparato productivo durante varias semanas.
Las elecciones nacionales de mayo tenían que reencausar la política boliviana, devolviéndole la combinación de legitimidad e institucionalidad que tanto necesita, pero hasta las elecciones han tenido que ser suspendidas por la epidemia.
Como si fuera poco, tenemos el dengue, la contaminación, los efectos ambientales del extractivismo y del gran incendio de la Chiquitania, y otros varios males nacionales acumulativos. Sobre llovido, mojado. Parecería que la caja de Pandora se hubiera abierto sobre Bolivia, liberando toda suerte de demonios y maldiciones.
Pero la “gripe china”, como la llama Donald Trump desde su púlpito de elevada ignorancia, puede ser también una oportunidad para Bolivia. Una oportunidad para destrabar el conflicto político, reconociendo que el enemigo no es el otro boliviano, sino las falencias de infraestructura, de insumos y de personal del sistema de salud boliviano. Que lo que tiene que erradicarse no es al que piensa diferente, sino la ignorancia y la falta de solidaridad que nos ponen en riesgo a todos. Que la guerra debería ser contra la falta de agua potable dentro de las viviendas, y no en contra de sus ocupantes.
Al haber prácticamente detenido la actividad económica, la emergencia sanitaria del Covid-19 podría convertirse en una oportunidad de repensar el modelo de desarrollo que busca el país. Los gobiernos municipales y departamentales podrían retomar un papel protagónico en el desarrollo nacional, proponiendo esquemas productivos locales que sea inclusivos y respetuosos con el medio ambiente y que se combinen con las necesidades, en términos de servicios de educación y de salud, que han sido descubiertas por la pandemia.
La postergación de las elecciones puede tomarse también como una oportunidad para llevar a cabo un proceso electoral más sólido, que sea comandado por una institución que se haya ganado la confianza de toda la población y que garantice un proceso electoral no solo justo y transparente, sino que goce de la aceptación de ganadores y perdedores.
Podemos aprovechar la postergación como un plazo de gracia para llegar a las elecciones en mejores condiciones de las que nos llevaron el año pasado al colapso; esto debería incluir la renuncia a las candidaturas de los funcionarios públicos que, al aprovechar sus cargos para beneficio electoral, ponen en riesgo todo el proceso.
No en vano la palabra crisis en el idioma chino se compone de dos elementos, uno que significa peligro y otro que implica oportunidad.
El autor es investigador social en Ciudadanía, Twitter: @dmorenomo
Columnas de DANIEL E. MORENO MORALES