El valor del reportaje de a pie
En uno de sus más recientes libros, si no el más reciente, Timothy Snyder advierte sobre los riesgos que deben ser asumidos por los periodistas de a pie, o reporteros, en tiempos en que los autoritarismos están en alza. En general, y más quizás en nuestro país, el trabajo de los periodistas de a pie queda omitido o pasado por alto. Tanto es así, que la sociedad civil es capaz de dejar en el olvido por años el feminicidio de una reportera de a pie y no preocuparse más que cuando vuelve a aparecer en los medios.
El terror que tienen los poderes constituidos al trabajo de estos reporteros y reporteras se hace aún más intenso cuando la mala conciencia persigue a las instituciones corruptas. Los reporteros se vuelven el blanco predilecto de la persecución y del exterminio selectivo ejecutado por los gobiernos verticalistas.
Es por estas razones que es fundamental recordar el arduo trabajo que tienen estos profesionales del riesgo, estos mártires de la modernidad y adictos a la adrenalina del diario acontecer. De hecho, no debería ser suficiente con tener un solo Día del Periodista, habría que crear un Día del Reportero, de aquel que se arriesga a ir al lugar de la acción, de los hechos (esa palabra tan venida a menos hoy); nuestros testigos de primera mano, dentro de esa tradición testamentaria que heredamos del judeocristianismo.
El testimonio sobre el mal que unos humanos producen sobre otros es lo que define muchos de nuestros valores morales, si no todos. Los periodistas se acercan a los sitios donde las injusticias ocurren y eso es positivo para la sociedad y para la democracia.
Es válido preguntarse si bajo el régimen masista los periodistas estuvieron más o menos protegidos, más o menos amenazados. ¿En qué medida el Gobierno del MAS incentivó o promovió la protección de los reporteros de a pie? ¿En qué medida ese Gobierno impidió que se hicieran notas en su contra, aumentando la presión para que los periodistas (incluidos los maniquíes de televisión) estuvieran a su favor? ¿Había realmente una libertad de prensa para todos o solo existía para quienes apoyaran al Gobierno y defendieran al “gran papi” Evo? Veremos que difícilmente se puede considerar que el Gobierno del MAS fuese promotor de las libertades de prensa, siempre y cuando notara que estas iban en su contra.
La protección de los reportajes de a pie puede percibirse como disminuida o reducida por varios hechos que marcaron la caída de la hegemonía masista. La “masacre” de Chaparina, por ejemplo, fue un momento de represión y amedrentamiento intenso para los medios de comunicación. De modo similar, el caso de Gabriela Zapata puso en cuestión el secreto de fuente, al igual que el tema marítimo. Los reporteros estaban ahí, cubriendo la noticia, diciéndonos que hay siempre hechos inexpugnables y que los fraudes son fraudes y las persecuciones son persecuciones. Sin ellas y ellos, las noticias falsas gobernarían nuestras vidas, el “gran hermano” se habría impuesto. El reportero de a pie es un héroe en tiempos de masificación de medios y de noticias al gusto.
En cualquier reportaje que se hiciera en contra del MAS, el periodista quedaba como aquel que tenía intereses oscuros, como si quisiera dañar la imagen del Gobierno. Así se interpretó, por ejemplo, la verdad del caso Hotel Las Américas. Los reportajes que estuvieran en contra del gobierno en ese tema, debían ser perseguidos. De hecho, la enemistad a muerte entre Juan R. Quintana y Carlos Valverde fue así; nunca hasta ese momento una enemistad tan intensa se había instalado entre un militar y un periodista; o quizás, sí, con Marcelo. En cualquier caso, hubo chispas y todo culminó en el caso Zapata con la victoria para Valverde en el referéndum. Él no sería el único enemigo de “Hormonas Vietnam”; más adelante, este último en carne propia trataría de evitar que Diego Ayo presentara su libro de investigación.
La persecución final y más temible fue la ejecutada contra las personas que cubrieron la caída del poder del MAS. Ximena Galarza –el extremo opuesto de valor periodístico de la otra Ximena, la Antelo– salió a cubrir los cabildos en La Paz, dio espacio público para que se expresaran las voces más preocupadas por el acontecer electoral y nunca le tembló la mano. La conductora de Esta casa no es hotel se escapó del aire por nada y quien fuera su jefe y socio abandonó sus funciones por cobarde, más que por una real amenaza. Susana Bejarano y Jaime Iturri fueron cómplices del silencio sobre las persecuciones a periodistas, desde sus puestos de jefatura de ATB, y luego se fueron lloriqueando por una supuesta persecución.
Los agentes del Gobierno, entre ellos García Linera y J. R. Quintana, se ocuparon de amedrentar y desacreditar o directamente dañar a quienes reportaran sobre los títulos académicos del primero o presentaran libros que mostraban la corrupción del segundo. Pero, además, no tuvieron reparos en usar su poder para poner en apuros a medios y tratar de comprarlos, como demostró Raúl Peñaranda en su libro, uno de los pocos best sellers bolivianos. Esa cooptación es la última evidencia para dejar en claro que el MAS no tuvo ningún respeto por los periodistas, ni de a pie, ni de a moto, ni menos de estudio (aunque con esos se casaron o se los compraron).
Compañero periodista de a pie, valioso reportero de calle, recuerde los sufrimientos a los que lo o la sometió el Gobierno anterior y ponga en evidencia el fraude para el mundo. Ya no hay por qué temer y hoy ustedes son los héroes y las heroínas del momento. ¿Será que finalmente se enfrentan al elefante del cuarto, el narcotráfico?
El autor es docente universitario y bolivarista
Columnas de FERNANDO ITURRALDE