Ojo por ojo y Bolivia quedó ciega
Es terrible ser testigo de que quien llega al poder, sin importar su procedencia, comienza con actos de venganza aún antes de su posesión, así como los que supuestamente debían sostener una transición en el país y se dedicaron a dañinear como mono con Gillette, sin ningún escrúpulo. No importa que estemos en una de nuestras peores crisis que se agrava por la pandemia, el país realmente no les importa, lo que les importa es el saqueo y revanchismo. Es también perturbador lo que sucede en las calles y la confusión entre religión, política y opresión.
Soy de la generación que nació en los 70, de esa que en su niñez vivió una dura “vuelta a la democracia”, esa democracia que es tan fácil de cuestionar en esta coyuntura. Esa generación que vio paquetes de billetes que valían casi nada y colas largas para conseguir gasolina o transacciones clandestinas para conseguir dólares. No viví persecuciones militares. Pero he visto y hace muy poco, a muchos militares en las calles y a gente agradeciéndoles por estar ahí. Me sorprende que las personas se sientan seguras con los militares tomando el control, me sorprende que después de tantas luchas haya personas que pidan una militarización y además lo hagan de rodillas y con oraciones.
Soy de la generación cuyos padres pelearon contra las dictaduras, formaron grupos de izquierda y también se desencantaron de ésta. De la generación que pensó que hace 14 años podía haber un cambio en este país y después se dio cuenta de que no era así. De que los discursos quedan solo en eso y de que no hemos dejado de engañarnos entre tantas confusiones.
Hoy los pobres siguen siendo muy pobres, y nos falta y seguirá faltando cosas esenciales como el agua, no tenemos un sistema de salud, ni de educación y las izquierdas o derechas en Bolivia son lo mismo, la misma mierda.
La autora es editora de la revista OH! y Lecturas & Arte
Columnas de CLAUDIA EID ASBÚN